Clase digital 8. Modelos de desarrollo económico: del crecimiento lineal a los enfoques integrales

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Modelos de desarrollo económico: del crecimiento
lineal a los enfoques integrales

Presentación del tema

La evolución de las economías globales tras la Segunda Guerra Mundial actuó como un catalizador decisivo para el surgimiento de modelos de desarrollo que, aún hoy, ejercen una influencia considerable en la formulación de políticas públicas a nivel mundial. Inicialmente, el panorama económico estuvo dominado por los modelos lineales, concepciones que postulaban un camino preestablecido y secuencial hacia el desarrollo. Un ejemplo paradigmático de esta corriente es el propuesto por Walt Rostow en 1960, quien delineó un proceso de cinco etapas sucesivas: desde la sociedad tradicional, pasando por las condiciones previas al despegue, el despegue económico, el camino hacia la madurez, hasta culminar en la era del alto consumo masivo. Este enfoque se caracterizaba por un énfasis pronunciado en la consecución de metas cuantitativas, como el aumento de la inversión en infraestructura y el incremento sostenido de la productividad industrial.

Este paradigma lineal se fundamentaba en la premisa implícita de que el mero crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), a través de un «efecto derrame» automático, conduciría de manera intrínseca a la reducción de la pobreza y a la generación de empleo a gran escala. No obstante, una de sus principales deficiencias residía en su incapacidad para reconocer y abordar las profundas brechas estructurales, al igual que las heterogeneidades inherentes a las economías, factores que a menudo obstaculizaban el avance fluido entre las distintas fases. Esta omisión ha sido señalada como la causa subyacente de lo que se conoce como “trampas de ingreso medio” en numerosos países, donde las economías se estancan en un nivel intermedio de desarrollo sin lograr alcanzar la prosperidad plena.

En paralelo, como una respuesta a las limitaciones intrínsecas de los modelos lineales, emergió con fuerza la teoría de la dependencia. Desarrollada por intelectuales influyentes como André Gunder Frank, Theotonio Dos Santos y Raúl Prebisch (desde la CEPAL), esta teoría denunció la dinámica perniciosa de centro-periferia. Esta dinámica relegaba a las economías latinoamericanas, además de otras regiones periféricas, a un rol de exportadoras de materias primas. Simultáneamente, también eran importadoras de bienes manufacturados de mayor valor agregado, generando así una asimetría estructural en el comercio global.

Desde esta perspectiva, el subdesarrollo no era concebido como una etapa transitoria o un retraso temporal en el camino hacia el crecimiento, sino como el resultado intrínseco de relaciones de poder económico desiguales y estructuralmente asimétricas a nivel global. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), bajo el liderazgo de figuras como Prebisch, adoptó una respuesta estructuralista a esta problemática. Promovió enérgicamente la , argumentando que solo una intervención estatal tanto activa como planificada, a través de políticas proteccionistas o de fomento industrial, podría diversificar la base productiva de los países. Asimismo, podría reducir su vulnerabilidad externa, fomentando así una mayor autonomía económica, junto con un desarrollo endógeno.

Con la irrupción del neoliberalismo en las décadas de los 80 y 90, se produjo un giro radical en el pensamiento económico. El Consenso de Washington emergió como un conjunto de políticas económicas predominantes que buscaban reemplazar al Estado intervencionista por un modelo que priorizaba la liberalización económica (apertura de mercados, desregulación), la privatización de empresas estatales (reduciendo tanto el tamaño como el rol del Estado en la economía), así como una confianza acentuada en el “efecto derrame” (trickle-down effect). Esta última idea sostenía que los beneficios del crecimiento económico en la cúspide de la sociedad se filtrarían eventualmente hacia abajo, beneficiando a todos los estratos sociales. Aunque estas reformas generaron ciertas eficiencias en sectores específicos, incluso en algunos casos impulsaron la inversión extranjera directa, también acentuaron la vulnerabilidad social y la inestabilidad fiscal en muchas economías emergentes, lo que se tradujo en un aumento de las desigualdades, la precarización laboral, junto con la desprotección de amplios segmentos de la población frente a las fluctuaciones o también las crisis del mercado.

Frente a las limitaciones evidentes, a la par de las consecuencias no deseadas de estos paradigmas anteriores, comenzaron a surgir enfoques integrales que buscaban revalorizar la centralidad del ser humano al igual que la importancia del territorio en el proceso de desarrollo, adoptando una visión más holística y multidimensional.

Un pilar fundamental de esta nueva visión fue el economista Amartya Sen (1999), quien propuso que el progreso de una sociedad no debía medirse únicamente por el ingreso per cápita o el crecimiento del PIB, sino por la expansión de las libertades reales de las personas. Estas libertades abarcan aspectos cruciales como el acceso a la salud, la educación de calidad, la participación política o la capacidad de las personas para llevar la vida que valoran.

En esta línea, De Janvry & Sadoulet (2004) introdujeron el concepto de desarrollo territorial, subrayando la importancia de la complementariedad. También consideraron las sinergias entre los espacios rurales y urbanos para fomentar economías más inclusivas, equitativas y dinámicas, reconociendo las particularidades de cada región.

Por su parte, Bernardo Arocena (1995) defendió el desarrollo local como un espacio privilegiado para la innovación política y social. Argumentó que, al aprovechar su capital social, sus recursos endógenos (conocimientos, cultura, capacidades productivas), así como la participación ciudadana, las comunidades pueden generar un dinamismo económico sostenible en las particularidades e identidades de cada lugar, construyendo resiliencia y autonomía.

Esta lección se dedicará a un análisis de cada uno de estos marcos teóricos del desarrollo. Se explorarán sus supuestos fundamentales (las ideas base sobre cómo funciona el mundo en relación con las economías), los mecanismos de cambio que proponen (cómo se espera que ocurra el desarrollo), así como sus implicaciones concretas para la planificación tanto económica como social (es decir, cómo se traducen en políticas públicas). Se abordará desde la selección de indicadores compuestos, como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice de Progreso Social (IPS) —que buscan medir el bienestar más allá del ingreso—, hasta el diseño de políticas industriales, agrarias y sectoriales que estén coordinadas de manera efectiva, de forma que respondan a objetivos de desarrollo integral.

El objetivo final será entender cómo estas políticas pueden diseñarse e implementarse para garantizar, de manera integral, la equidad social (reducción de desigualdades / acceso universal a oportunidades), la resiliencia económica frente a choques externos (capacidad de adaptación / recuperación ante la crisis) y la sostenibilidad ambiental a largo plazo (uso responsable de los recursos naturales / protección del medio ambiente para las futuras generaciones), integrando las dimensiones económica, social y ambiental.

Objetivo didáctico de la clase

Comparar críticamente los modelos clásicos de crecimiento económico con los enfoques contemporáneos de capacidades y desarrollo territorial, para diseñar indicadores, así como políticas de planeación que integren dimensiones económicas, sociales y ambientales.

Contenido didáctico

A continuación, se presenta el contenido didáctico de acceso abierto o institucional para profundizar en el tema.

No.Nombre del recursoSinopsisTipo de recursoEnlace Web
1Todaro, M. P. & Smith, S. C. (2015). Economic Development (13th ed.). Pearson.Exposición de los modelos de crecimiento económico clásico, el papel del capital humano y las primeras críticas a la uniformidad de las trayectorias nacionales.Libro de texto (PDF)[Acceder]
2Rostow, W. W. (1960). The Stages of Economic Growth: A Non-Communist Manifesto. Cambridge University Press.Descripción de las cinco etapas de desarrollo económico y su justificación histórica en el contexto de la Guerra Fría.Libro de texto (PDF)[Acceder]

Material didáctico complementario

No.Nombre del recursoSinopsisTipo de recursoEnlace Web
1de Janvry, A. & Sadoulet, E. (2004). Hacia un enfoque territorial del desarrollo rural. Cuarto Foro Temático Regional de América Latina y el Caribe.Introduce el concepto de desarrollo territorial, argumentando que la articulación de espacios rurales y urbanos es esencial para un crecimiento inclusivo.Paper académico[Acceder]
2Arocena, J. (1995). El desarrollo local: Un desafío contemporáneo (pp. 19–55). CLAEH.Análisis de las ventajas de focalizar el desarrollo en territorios específicos, resaltando el papel de las redes locales y el capital social.Capítulo de libro[Acceder]

Resumen e ideas relevantes de la clase digital

Esta sesión contrapone los modelos lineales de crecimiento con enfoques integrales de desarrollo. Rostow (1960) propuso un modelo lineal de cinco etapas hacia el «consumo masivo», basado en metas cuantitativas de inversión y productividad. Sin embargo, fue criticado por no considerar las brechas estructurales o los contextos locales. En contraste, la teoría de la dependencia y el estructuralismo de la CEPAL argumentaron que las economías periféricas necesitan políticas de industrialización por sustitución de importaciones. También señalaron la necesidad de regulación para superar su subordinación al mercado mundial.

El video de CrashCourse destaca la productividad como motor del crecimiento, pero advierte que la falta de inversión en capital humano y tecnología puede llevar a «trampas de ingreso medio». Esto implica la necesidad de planes de desarrollo económico que integren políticas industriales, educativas, al igual que de infraestructura.

Los enfoques contemporáneos priorizan la sostenibilidad junto con la equidad. Sen (1999) sugirió medir el progreso por la expansión de libertades reales, mientras que de Janvry & Sadoulet (2004) demostraron cómo el desarrollo territorial puede mejorar la distribución de beneficios al articular mercados rurales y urbanos. Finalmente, Arocena (1995) enfatizó el desarrollo local como un espacio para la innovación y la cohesión social.

En síntesis, la planificación de políticas económicas debe:

  • Utilizar indicadores compuestos que abarquen productividad, bienestar y sostenibilidad.
  • Diseñar instrumentos sectoriales y territoriales coordinados.
  • Incluir evaluaciones de impacto sociales y ambientales para un crecimiento inclusivo y resiliente.