Clase digital 1. Introducción al concepto música

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brown violin with case

Introducción al concepto música

Presentación del tema

¡Hola!

Te saludo con mucho gusto en este día y te platico que me siento muy felíz porque has decidido comenzar un nuevo proyecto, en este caso, de aprendizaje, no me resta más que felicitarte y ofrecerte una calurosa bienvenida a la UDA Estudios de música.

De inicio te invito a reflexionar sobre la música como actividad humana, que, como tal, es tan antigua como el propio Ser Humano. Para esto, haremos acopio de la obra de tres expertos en la concepción y acercamiento de la disciplina musical; a saber: John Blacking, Aaron Copland y Elie Siegmeister. De la mano de ellos nos plantearemos posibilidades necesarias para acercarnos a dicha práctica artística, esto en tanto actividad exclusivamente humana, social, diversa y de múltiples significados, pero en el entendido de que los individuos que la ejecutan y aquellos que la disfrutan, participan en el objetivo y justificación del arte, y es el hecho de que la música, como actividad cultural, permite la vivencia colectiva, genera contextos de alegría y sociabilidad donde, quienes la disfrutan, se sienten identificados entre sí.

Algunas interrogantes por resolver son:

¿Todo mundo puede hacer música? ¿Hay niveles de escucha de la música o siempre se escucha de la misma manera? ¿Cuáles son las funciones de la música como actividad social y cultural?

Dicho esto, ¡Comencemos!

Objetivo didáctico de la clase

Reflexionar sobre la musicalidad del Ser Humano, la forma y los niveles en que este escucha, atendiendo, finalmente, algunas de las funciones sociales de la música.

Contenido didáctico

A continuación, se presenta el contenido didáctico de acceso abierto o institucional para profundizar en el tema.

No.Nombre del recursoTipo de recursoEnlace web
1¿Qué tan musical es el Hombre?Artículo[Acceder]
2Cómo escuchar la músicaLibro[Acceder]

Material didáctico complementario

No.Nombre del recursoTipo de recursoEnlace web
1Mi cerebro musicalVideo[Acceder]
2El poder de la músicaVideo[Acceder]

Resumen e ideas relevantes de la clase digital

En conclusión de esta clase:

En su clásico Método de solfeo (1845), el afamado maestro Hilarión Eslava definió la música como “…el arte del bien combinar los sonidos y el tiempo”. La mención refiere al concepto que desde el siglo XIX se tenía de la música en Occidente, haciendo con ello, referencia a que solo un puñado de seres privilegiados podía lograr esa combinación en uso de algún instrumento musical. Para esto, quien aspirase a ostentar el título de filarmónico (el que ama la música), y ser reconocido por la sociedad inmediata a su desarrollo, debía estudiar los diversos aspectos de la música, a dominar un instrumento musical determinado y a lograr la destreza suficiente para ejecutar las obras de su contexto.

La definición del maestro Eslava corresponde a una posición que hoy en día se mantiene desde la perspectiva puramente musical-profesional, donde, quien se dedica a la música debe tener ciertas habilidades “naturales” para que tenga aceptación en una escuela formal, tales como la afinación y el ritmo. Pasando esto, falta dedicar innumerables horas al aprendizaje del solfeo, el lenguaje de la música, al dominio de algún instrumento de elección, las más de las veces libre, en tanto a la técnica de ejecución y la estética de la misma, y finalmente, a conocer los secretos de la composición y de los múltiples géneros musicales, y, si es preciso, a especializarse en uno de ellos. El proceso suele durar un lapso no menor a diez años si se quiere un proceso que lleve a la práctica profesional de la música.

De acuerdo con esta perspectiva, solo unos pocos podrían dedicarse a la creación musical, siendo la enorme mayoría destinada al mero disfrute del arte, lo que no es poca cosa. John Blacking (2003), no obstante, al estudiar la tribu Venda, una comunidad que al siglo XX vive en un estado de vida elemental y sencillo, refutó la idea ya concebida históricamente, y construyó todo un discurso en el que fundamentó que el Ser Humano es y ha sido un Ser musical, en tanto que la música no es otra cosa que un conjunto de sonidos “humanamente organizados”, por lo que, en consecuencia, si bien no todo mundo desearía dedicarse a la música como profesión de vida, sí podría, sin problemas, crear o ejecutar una expresión artística determinada. Este afamado antropólogo y musicólogo británico fue más allá de la mera concepción Occidental de la música, y dedujo que, en efecto, si se quería hacer música siguiendo reglas específicas, digamos, las de la tradición europea, cuya exigencia significa contar de forma natural con el sentido del ritmo y la afinación, y luego desarrollar profundamente la técnica de ejecución, el dominio del solfeo y, finalmente, la expresividad exigida por cada género ejecutado, en este caso, pocos pueden dedicarse a dicho arte. Sin embargo, concluyó asertivamente Blacking que, si un individuo se liberaba de cualquier regla preconcebida, y se guiaba por la intuición individual, por las necesidades de su contexto y la sociedad en materia musical, y si respondía a dichas necesidades, la música podía fluir de manera simple y natural, creando, como ocurrió con los Venda, expresiones musicales vinculadas a cada actividad cotidiana, significando la música un todo para todos, que cualquiera puede explotar.

La evolución de la Humanidad ha derivado, de alguna manera, en la necesidad de hacer homogéneos algunos procesos y representaciones artísticas para que, de cierta forma, sean entendibles al Ser Humano en su conjunto, de ahí que, aunque haya músicas regionales o comunitarias sin más reglas que las que la propia comunidad exige, la música hoy en día tiene ciertos requerimientos estrictamente musicales y estéticos que rigen la forma de su desarrollo, así como conjuntos específicos reconocibles en todo el orbe, como las orquestas sinfónicas, su derivación inmediata: las orquestas de cámara, y otros conjuntos de cuerdas, sin olvidar las bandas de música y sus amplias representaciones, tanto de concierto como tradicionales o populares, entre otros múltiples conjuntos musicales, muchos de ellos regionales con fuertes elementos de identidad, como el mariachi, por ejemplo. Lo cierto es que la música, sin importar el tipo o la forma, es indisociable de la sociedad, y la acompaña en cada aspecto de su vida, por lo que, volviendo a Blacking, lo que importa es la forma en que esos sonidos “humanamente organizados” se vierten en la sociedad para la que fueron creados, que fundamentan su existir en las propias necesidades de esparcimiento de dicha sociedad.

Justamente, una cuestión importante es cómo la música es escuchada por un individuo o una comunidad de individuos. Al respecto, el preclaro compositor Aaron Copland (2013), en su interesante libro Cómo escuchar la música, refiere una propuesta que puede ayudar a comprender la forma en que escuchamos y utilizamos aquello que proviene de las ejecuciones de músicos y las músicas por ellos formadas, postura que permite, además, percibir el tipo de sociedad musical a la que pertenecemos.

Copland sostiene que hay tres planos de escucha de la música:

  1. Plano sensual
  2. Plano expresivo
  3. Plano puramente musical

En el primero, quien escucha un género musical específico, una pieza o un conjunto de piezas ejecutada por un grupo determinado, no hace más que disfrutar el momento, no hay un proceso de análisis ni del ritmo de la pieza, ni de la armonía, ni de las cadencias, solamente se escucha por el mero placer de hacerlo, siendo la música comparsa de un lapso de vida del individuo o del conjunto de ellos, no es un significante sino solo un acompañante. No hay, en el curso de la escucha, más que disfrute momentáneo, que bien podría decirse, superficial. 

En el plano expresivo, además de ser la música una herramienta de disfrute, quien escucha atiende ciertos elementos de las notas ejecutadas, del significado de estas, de la ejecución musical misma, entendiendo que ahí existe un mensaje que el autor de una pieza construyó para ser compartido, y que quien ejecuta hace posible este vínculo, esta expresión artística. Hay, en todo caso, un camino de análisis en marcha. 

Finalmente, en el plano puramente musical, quien escucha, aunque no sea músico, se preocupa por nutrirse de elementos de la práctica que le permiten comprender con cierta profundidad, en ocasiones con un alto entendimiento, de los detalles íntimos del mensaje que un autor específico dejó en su obra, infiere detalles de la ejecución e identifica colores y matices en las notas musicales, entiende las formas de las obras y su composición, se adentra en la vida y contexto histórico y cultural de compositores, estudia a músicos en tanto a sus habilidades e, incluso, genera una mirada crítica sobre una ejecución determinada. En este plano, el oyente escucha con la mayor profundidad posible, casi a la altura de un músico; es el plano de total disfrute de la música.

Esta propuesta de Copland nos permite comprender que hay niveles en que escuchamos, siendo que una persona, dependiendo de sus necesidades musicales del día, de la hora o un momento especial en el mes o año, decida qué escuchar, por lo que durante un lapso del día pueda alguien degustar música instrumental, clásica o jazz como fondo, generando un contexto adecuado para el trabajo intelectual, por ejemplo, o que el trabajador agrícola o el de la construcción prefieran música alegre y movida pues ello les hace ligera la carga del día. Esos mismos individuos pueden escuchar en un momento apropiado, en una sala de concierto, una orquesta sinfónica que ejecuta una obertura o una sinfonía, o música vernácula o instrumental, pop o contemporánea de algún género popular sin menoscabo de la calidad sino entendiendo el fin del arte. Siendo así, la música adquiere un significado sumamente particular para quien escucha dependiendo del contexto y las necesidades, de ahí que haya expertos que se han dedicado también a la reflexión sobre las múltiples funciones de la música, uno de estos es Elie Siegmeister.

En un libro por demás sugerente, titulado Música y sociedad (2011), el ínclito compositor norteamericano reflexiona sobre las diversas funciones que la música puede tener, no siendo ello una determinación arbitraria sino una mención a las posibilidades del arte. Al respecto, refiere que las funciones de la música son, en efecto, diversas, pero que esto está directamente relacionado con lo que denomina “necesidades objetivas de la sociedad” (p. 21). Esto significa que, como se apuntó antes, es el propio individuo quien decide qué escuchar, y ello está en relación directa con lo que quiere de la música. Siendo así, su práctica puede ser de mucha ayuda en el trabajo, para darle ritmo al mismo o para hacer que las labores cotidianas sean menos pesadas; el panadero puede amasar la base del producto con ritmo de una pieza específica, por ejemplo. La música favorecería, entonces, la coordinación de los movimientos del amasijo en el panadero, en los pasos del agricultor al sembrar la semilla, en el ejercicio mental del intelectual, en la carga y descarga de productos por parte del estibador, entre múltiples cosas más. Esta función ha sido, reitera Siegmeister, una de las más antiguas en la historia humana. Otras pueden ser, desde el uso en ceremoniales, tanto cívicos como religiosos, ya sea para exaltar las virtudes de un santo o un héroe militar o social, para despertar emociones en torno al vínculo con la divinidad o los símbolos patrióticos de una nación. La música, históricamente, ha sido herramienta para la adoración divina o para enaltecer valores en el campo de batalla. En otras cosas, al arte también se le atribuye propiedades médicas, para calmar a una persona inquieta, para dormir a un infante, incluso, para exorcizar, para estimular los sentimientos amorosos, para transmitir la historia de un individuo o una comunidad -los corridos mexicanos, por ejemplo-, o para acentuar historias, tradiciones y leyendas, para imponer solemnidad o temor, para potenciar el impacto de una poesía o un drama, o simplemente, para enmarcar una danza ritual o de esparcimiento. La música, en suma, presenta tantas funciones como necesidades ha presentado, históricamente, el Ser Humano.

Finalizamos diciendo que, desde los primeros vestigios dejados por nuestros antepasados, la música es una práctica que ha acompañado cada signo de desarrollo, cada momento y situación de alegría o tristeza, valentía o sumisión, entereza o rebeldía, siendo la expresión artística y cultural por excelencia, que nutre, desde distintas posibilidades y necesidades, la vida del Ser Humano.

Hasta aquí, hemos iniciado una revisión sobre la música como actividad humana, y con seguridad habrás descubierto que, aunque siempre has escuchado música, quizás no como podrías hacerlo. 

Terminamos la primera clase, ¿te pareció reveladora?, espero que sí pues con esto vas a ir descubriendo posibilidades y cosas novedosas del tema de estudio, por lo tanto te pido realizar la tarea asignada a esta clase. No olvides entrar al foro y te espero en la próxima clase.