Clase digital 10. Cultura de paz y no violencia: de la individualidad a la colectividad – Primera parte

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Cultura de paz y no violencia: de la individualidad a la colectividad – Primera parte

Introducción

Bienvenido(a) a la sesión 10 de la UDA derechos humanos y género, no te canses de dar lo mejor de ti mismo(a), estás comprometido con tu desarrollo y aprendizaje, eres el centro de este. No podemos negar lo que hemos experimentado a lo largo de la historia, los conflictos no son una casualidad, pero como se dijo en la clase anterior, tampoco son inevitables. Al analizarlos vemos que son el resultado de una serie de problemas que difícilmente se abordan, entre ellos: falta de equidad en las necesidades básicas, tales como: alimentos, agua, medicamentos, servicios sociales; falta de confianza en las instituciones, gobiernos, leyes, o entre nosotros; limitado acceso a la impartición de justicia, a los sistemas de seguridad, otros; falta de tolerancia y cohesión social, propiciada por la discriminación, los prejuicios, agravios, exclusión social, violencia, inseguridad, entre otros. Ante esto, La construcción de una cultura de paz es prioritaria en nuestra vida diaria, así mismo, la educación en derechos humanos, las habilidades en las relaciones pacíficas, la buena gobernanza, la prevención de conflictos y la consolidación de la paz.

La cultura de paz, hoy más que nunca, se constituye en un componente fundamental del ciudadano, que, como persona con derechos y responsabilidades, construye ciudadanía y se compromete a ser sujeto transformador en una sociedad, que, bajo valores de la democracia y la libertad, busca el desarrollo y bienestar social de todos y todas por igual.

La paz es una forma de vivir juntos. La expresión “cultura de paz” asume, que la paz es un camino, es ser, hacer y vivir en una sociedad, en una familia; que se puede aprender, desarrollar y sobre todo cultivar. La cultura de paz se comprende como una amalgama de valores, actitudes y prácticas que favorecen la resolución pacífica de conflictos o la búsqueda de consensos.

Por lo dicho hasta aquí, es necesario enfatizar que la prevención es prioritaria como estrategia de una cultura de paz duradera. La prevención debe ser uno de nuestros objetivos centrales para evitar que los problemas cotidianos se conviertan en conflictos y así, lograr la estabilidad social.

Con este panorama creo que estás listo para abordar los temas que referiremos en esta clase. Los cuales son:

  • Cultura de paz y no violencia: de la individualidad a la colectividad.
  • La prevención como estrategia para una cultura paz

Desarrollo del tema

Antes de iniciar el contenido de la penúltima sesión te invito a que reflexiones en esta frase: “El mundo conocerá la paz sólo cuando los individuos que lo componen así lo decidan”. (Mahatma Gandhi, 1946). ¿Qué has decidido hacer por la paz?

No podemos negar el clima de violencia que se vive en el país, vemos con preocupación cómo este invade todos los espacios, incluso la universidad, ante esto se tiene el desafió de construir y reinventar espacios de convivencia que promuevan la cultura de paz. Esto nos plantea una serie de necesidades y estrategias entre las cuales está la de fortalecer un modelo educativo que contemple, no sólo la formación académica e implementación de competencias, sino que, además, tenga en cuenta el desarrollo integral de los estudiantes, tanto en lo personal como en lo social, en relación con el tema de la convivencia. La razón es que existe un gran número de evidencias que cuando el ser humano está en paz construye la amistad, la alegría, la esperanza y el bienestar individual y colectivo. Para promover la paz ha sido necesario implementar acciones contundentes, que signifiquen cambios de mentalidad a nivel estructural para que, a partir de la organización del Estado, se reconozca la importancia de la paz y no violencia y se creen las condiciones de confianza, legitimación, respeto y armonía de todo ser humano consigo mismo y con los demás. A estas alturas te preguntarás: ¿Qué es la paz?

Es un concepto que ha evolucionado Galtung (1998) la define desde dos dimensiones: la paz negativa o la no guerra y la paz positiva o la no-violencia. Por su parte, Gutiérrez (2013) sostiene que la memoria por sí sola educa para el “nunca más”; esto es, para la “paz negativa”, la paz que se aleja de las guerras y la violencia. Hoy en día lo que buscamos es la construcción de la “paz positiva” como la proponen Adam Curle, Johan Galtung y J.P. Lederach. En palabras de Juan Gutiérrez, “es la paz del sí a la convivencia en equidad y al engarce de vidas que se ayudan, sostienen, enriquecen y salvan entre sí, motivadas, no por un cálculo de interés personal, sino por compasión y afecto hacia un ser humano”. (Gutiérrez, 2013). Desde esta dimensión la construcción de la paz positiva es un proceso de vida cotidiana que surge naturalmente en la interacción social, sin necesidad de que se presente violencia directa o física para contrarrestarla o buscar intereses personales.

Cultura de Paz

Los conceptos mencionados se vinculan a la construcción de una cultura de paz asumida por la Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1999). La finalidad de dicha declaración fue la de promover la paz a nivel global. Hizo gran hincapié en la idea de que la paz no trata solamente de una ausencia de conflictos, sino que requiere también de un proceso integral que promueva la solución de conflictos de manera cooperativa. En esta declaración se define la cultura de paz como un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en:

  • El respeto a la vida, el fin de la violencia y el fomento y la práctica de la no-violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación;
  • El respeto pleno de los principios de soberanía e independencia de los Estados;
  • El respeto y promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales;
  • El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos;
  • La protección del medio ambiente;
  • La promoción del derecho al desarrollo;
  • El desarrollo de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres;
  • El fomento de la libertad de expresión, opinión e información, y,
  • La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, etc., bajo un entorno local y global que promueva la paz.

En esta misma resolución de la ONU se afirma “que una cultura de paz y no violencia promueve el respeto a la vida y la dignidad de todo ser humano, sin prejuicios ni discriminaciones de ningún tipo”.

Para entender a ciencia cierta lo que es la cultura de paz se aportan otras definiciones que refuerzan el concepto ya abordado, estas son: la cultura de paz, según la resolución A/52/13 de las Naciones Unidas del año 1998, es entendida como una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones. Por su parte, la Ley para una convivencia libre de violencia en el entorno escolar para el Estado de Guanajuato y sus municipios define la cultura de paz en la fracción III, art. 3º como “el conjunto de valores, actitudes y comportamientos, modos de vida y acciones que, inspirándose en ella, reflejan el respeto de la vida, de la persona humana, de su dignidad y sus derechos, el rechazo de la violencia, comprendidas todas formas de terrorismo, y la adhesión a los principios de libertad, justicia, solidaridad, tolerancia y entendimiento, tanto en los pueblos como entre los grupos y las personas”.

La construcción de una cultura de paz y no violencia se fundamenta en la justicia, la compasión, el perdón y el amor. Para lograr construirla se necesita que los individuos y los grupos descubran el poder de la no violencia dentro de sí mismos, se capaciten en sus métodos y, se comprometan a aplicarlos en la solución de los conflictos personales y colectivos.

Historia del concepto de cultura de paz

La expresión cultura de paz es reciente. Su uso prosperará tras el gran cambio geopolítico provocado por la caída de la Unión Soviética. Los momentos más significativos son:

Diagrama 1. Historia del concepto de cultura de paz, Fuente: datos extraídos de la Declaración sobre una Cultura de Paz, fundación cultura de paz, 2012.

Principios que inspiran una Cultura de Paz

La Organización de las Naciones Unidas (1999), al aprobar la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz en su Asamblea General señala en su artículo 1º, los principios que inspiran una cultura de paz, señalando estos:

  • El Respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación.
  • El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son esencialmente jurisdicción no interna de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional.
  • El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales.
  • El respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información.
  • La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones.

Actores Involucrados en la construcción de una cultura de paz

La construcción de la paz es una tarea de todas y todos, se construye con el esfuerzo y buena voluntad de la sociedad en general, se enumeran los siguientes actores por el rol preponderante que juegan en su construcción, estos son:

  • Los gobiernos tienen una función primordial en la promoción y el fortalecimiento de una cultura de paz.
  • La sociedad civil ha de comprometerse plenamente en el desarrollo total de una cultura de paz.
  • El papel informativo y educativo de los medios de difusión contribuye a promover una cultura de paz
  • Desempeñan una función clave en la promoción de una cultura de paz los padres, los maestros, los políticos, los periodistas, los órganos y grupos religiosos, los intelectuales, quienes realizan actividades científicas, filosóficas creativas y artísticas, los trabajadores sanitarios y de actividades humanitarias, los trabajadores sociales quienes ejercen funciones directivas en diversos niveles, así como, las organizaciones no gubernamentales.
  • Las Naciones Unidas deberían seguir desempeñando una función crítica en la promoción y el fortalecimiento de una cultura de paz en todo el mundo.
Valores mínimos para construir la Cultura de Paz

La construcción de una Cultura de Paz se fundamenta éticamente en estos valores:

  1. Respetar la vida/Aprender a vivir juntos y aprender a ser.
  2. Derecho a la paz/Rechazar la violencia.
  3. Justicia social/Compartir con los demás. 
  4. Tolerancia y respeto/Escuchar para comprender.
  5. Derecho a una vida digna/Conservar el planeta.
  6. Redescubrir la solidaridad/Cooperación y generosidad.

Educación y Cultura de Paz

La Cultura de Paz implica para la educación cuatro ámbitos de actuación (Andalucía, 2011):

  • El aprendizaje de una ciudadanía democrática.
  • La educación para la paz.
  • La mejora de la convivencia.
  • La prevención de la violencia.

De acuerdo con Lederach (1984), la educación para la paz surge a raíz del impacto generado por las grandes guerras acaecidas a lo largo de la historia. Y se ha manifestado tanto por la línea de la no violencia, como por la importancia de la innovación de los procesos educativos. Educar para la paz es una tarea que compete a los diversos órganos, instituciones, ciudadanos, sociedad en general, sin desconocer que la escuela, en nuestro caso, la universidad es un lugar privilegiado para hacerlo.

Es un compromiso y responsabilidad para la universidad asumir el rol de promotora de la cultura de paz, mostrándose abierta a todos los integrantes de la sociedad, proporcionando las condiciones para lograr que sus protagonistas puedan desarrollarse integralmente en las distintas dimensiones que conforman lo humano. Una acción concreta es llevar a cabo una práctica docente dirigida a crear una cultura de paz en el aula, desde el reconocimiento de la dignidad humana (Pérez 2017).

Manifiesto 2000 por la Cultura de Paz

Un grupo de Premios Nobel de la Paz elaboró el Manifiesto 2000 con motivo de la celebración del 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, del cual aquí se encuentran los 6 compromisos de los firmantes: “Reconociendo mi parte de responsabilidad ante el futuro de la humanidad, especialmente para los niños de hoy y de mañana, me comprometo en mi vida diaria, en mi familia, mi trabajo, mi comunidad, mi país y mi región a:

  1. Respetar la vida y la dignidad de cada persona, sin discriminación ni prejuicios;
  2. Practicar la no violencia activa, rechazando la violencia en todas sus formas: física, sexual, psicológica, económica y social, en particular hacia los más débiles y vulnerables, como los niños y los adolescentes;
  3. Compartir mi tiempo y mis recursos materiales cultivando la generosidad a fin de terminar con la exclusión, la injusticia y la opresión política y económica;
  4. Defender la libertad de expresión y la diversidad cultural privilegiando siempre la escucha y el diálogo, sin ceder al fanatismo, ni a la maledicencia y el rechazo del prójimo;
  5. Promover un consumo responsable y un modo de desarrollo que tenga en cuenta la importancia de todas las formas de vida y el equilibrio de los recursos naturales del planeta;
  6. Contribuir al desarrollo de mi comunidad, propiciando la plena participación de las mujeres y el respeto de los principios democráticos, con el fin de crear juntos nuevas formas de solidaridad.

Texto integral del Manifiesto 2000. Fuente: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura., U. (s. f.). Manifiesto 2000. https://www.um.es/paz/main2.html#:~:text=En%20Par%C3%ADs%2C%20el%204%20de,en%20septiembre%20del%20a%C3%B1o%202000.

Cultura de paz y no violencia: de la individualidad a la colectividad

Cultura de paz y no violencia

La idea tan asumida de que la violencia es parte de la esencia humana ha disminuido nuestra capacidad creativa y nos ha llevado a considerar a la crueldad como una determinación estrictamente natural en lugar de un condicionamiento culturalmente aprendido para enfrentar – sin imaginación – los conflictos y resolver los problemas de manera civilizada. Por tanto, si de verdad deseamos comprometernos en la transformación de culturas violentas y cultivar culturas de paz, es preciso cuestionar–desde el sentido común- la forma en la que hemos venido pensando en torno al tema.

Diversos estudios de índole antropológica sobre temas referentes a la paz han demostrado que la violencia no es un asunto estrictamente natural, sino una forma aprendida para enfrentar las situaciones problemáticas y contrariedades. Derivado de esto puede definirse la violencia como un acto libre que prioriza e impone como “solución” al conflicto, una operación que excluye y suprime todo a su paso: otras posibilidades, otras voces y otros seres humanos.

A este respecto Fisas, (1998) opina que la violencia se lleva a cabo desde el poder de manera visible o invisible y puede manifestarse en cualquier fase de la vida: en lo físico, en lo económico, en lo psicológico, otros. Johan Galtung, sostiene que la violencia es la negación del potencial para que lo humano se despliegue (Calderón, 2009). Tal negación generalmente está asociada a la fuerza física y al poder, pero es claro que existen otro tipo de omisiones y silencios que niegan el derecho a ese desarrollo.

Dimensiones de la violencia

Según Galtung, (1980) las dimensiones de la violencia son:

  • Violencia directa.
  • Violencia estructural.
  • Violencia cultural.

En la parte superior de la figura se coloca –como síntoma visible– la violencia directa, comportamiento manifiesto y evidente del daño generalmente físico y psicológico que se puede ejercer en contra de un individuo o colectivo. La violencia estructural por su parte, representada en el ángulo derecho inferior, no es visible porque subsiste en los sistemas sociales por medio de los cuales se institucionaliza la negación de necesidades, libertades y derechos humanos. Tanto la violencia directa como la estructural existen y se sostienen gracias a que la violencia cultural se encarga de construir justificaciones a través de una infinidad de medios culturales y simbólicos que legitiman la crueldad y que inhiben la defensa de las víctimas. Si bien la violencia puede iniciar en cualquier ángulo del triángulo, es común que se geste en la cultura, se institucionalice en la estructura y se manifieste en el comportamiento directo.

Diagrama 2. Fuente: Sáenz., E. (2021, 24 octubre). CHILE: ¿QUÉ VIOLENCIA ES LEGÍTIMA? ¿ESTA SÍ Y LA OTRA NO? IP News Agencia de comunicación. https://ipnews.info/mesa-de-debate/chile-que-violencia-es-legitima-esta-si-y-la-otra-no/

Adela Cortina (1997) opina que hay tres expresiones básicas de violencia:

  • Expresiva: es patológica, porque persigue hacer daño;
  • Instrumental: trata de conseguir algo, e incluye la violencia del Estado;
  • Comunicativa: se utiliza como último recurso y para transmitir un mensaje.

En su expresión actual, algunos de los fundamentos esenciales de esta cultura de la violencia son los siguientes:

  • El patriarcado y la mística de la masculinidad;
  • La búsqueda del liderazgo, el poder y el dominio;
  • La incapacidad para resolver pacíficamente los conflictos;
  • El economicismo generador de desintegración social y su principio de competitividad;
  • El militarismo y el monopolio de la violencia por parte de los Estados;
  • Los intereses de las grandes potencias;
  • Las interpretaciones religiosas, que permiten matar a otras personas;
  • Las ideologías exclusivistas;
  • El etnocentrismo y la ignorancia cultural;
  • La deshumanización (la consideración de otros seres humanos como “objetos”) y
  • El mantenimiento de estructuras que perpetúan la injusticia y la falta de oportunidades y de participación. (Fuente: Fisas, v. (1998). Una cultura de paz. Icaria/NESCO. Recuperado 16 de septiembre de 2022, de https://escolapau.uab.cat/img/programas/cultura/una_cpaz.pdf).

Si se reflexiona a fondo, se cae en la cuenta de que las consecuencias de la violencia –el daño en los sujetos– se proyecta en la descomposición social caracterizada por la desconfianza, la inseguridad, el miedo y el resentimiento que viven nuestras sociedades contemporáneas. Emociones desde las cuales es complicado reconocer la existencia del sentido que implica la defensa del bien común y de los derechos compartidos como humanidad. De ahí que sea tan importante estudiar cómo romper el ciclo de la crueldad y cultivar la paz. (Fuente: CECUPA., T. de M. (s. f.). Repensar la paz y la violencia. Novus. Recuperado 16 de septiembre de 2022, de: https://www.cecupa.org/_files/ugd/f17b74_3aec40235ec74534bb6646b99d38cd74.pdf).

Para complementar el tema y profundizar en el mismo visualiza el siguiente video:

Los costes de la violencia

Es importante reflexionar sobre los tremendos costes que suponen los conflictos de hoy, Reychler expresa de esta forma estos costes tanto los visibles como los invisibles:

  • Coste humanitario. El número de muertos, heridos, desplazados, refugiados, hambre…
  • Coste político. Pérdida de apoyo de la opinión pública mundial, desmantelamiento del proceso democrático, desintegración del estado de derecho, corrupción política, instalación de un clima político y moral de tipo Hobbesiano, reforzamiento de poderes extremistas.
  • Costes materiales y económicos. Coste de la maquinaria de guerra, boicot comercial, pérdida del turismo, daños de la guerra, destrucción de la infraestructura económica, desinversión financiera, desintegración del sistema escolar, fuga de cerebros…
  • Costes ecológicos. Práctica de “tierra quemada”, arrasamiento provocado por los refugiados, minas antipersonales…
  • Costes sociales. Destrucción de familias y comunidades, huérfanos de guerra, víctimas de violaciones…
  • Costes culturales. Destrucción del patrimonio cultural, sufrimiento, muerte, desplazamiento de comunidades, pérdida de identidad durante largos períodos de refugiado, sustitución de la cultura de paz por una cultura de guerra, cinismo…
  • Costes psicológicos. El sufrimiento psíquico puede provocar nuevas violencias y reabrir viejas heridas, espirales de violencia entre las partes en conflicto, degeneración debido al estrés, enfermedades psíquicas (síndromes postraumáticos y de catástrofe).
  • Costes espirituales. Cambios en el sentido de la vida y de los valores, sentimientos de inanidad, desconfianza, desesperación, venganza, odio…

De la individualidad a la colectividad

Como punto de partida para hablar sobre este tema puede afirmarse que somos personas autónomas, por tanto, capaces de juzgar y de obrar, ya que cada uno busca y elige sus propias realizaciones, no obstante, éste es un acuerdo que no puede excluir a los demás. Cuando se habla de autonomía y nos concebimos como “nuestros propios señores”, se debe analizar que la autonomía tiene una connotación de la capacidad de las personas de razonar en forma consciente, vinculando e implicando la habilidad para ver, juzgar, elegir y actuar. Por tanto, entre la individualidad y todo el proceso social hay una relación siempre constante y mediante éste se genera la convivencia.

Estar con los otros nos permite convivir con ellos y ponernos en su lugar, ser conscientes de su situación y, al percibir lo social, transitamos a lo político y es aquí donde accedemos a la participación común. Es en esa socialización y democratización de la sociedad donde nos concebimos como personas con derechos, con libertades y responsabilidades que son metas para alcanzar. En este espacio se da una relación estrecha entre la individualidad y la colectividad y por consecuencia con conceptos como la pluralidad, la interculturalidad, la solidaridad, la compasión y el entendimiento de los demás, así como, la oportunidad para lograr una igualdad. Cuando asumimos lo común como una responsabilidad y visualizamos una razón compartida vista más allá del individuo cerrado es lo que propicia el sentido de colectividad, que centrándonos en los ámbitos humanos demanda reconocimiento, uniendo al individuo con los demás para incluirse y ser un sujeto copartícipe de la comunidad con un sentido de bienestar público y de interés común. Fortalecer la colectividad nos humaniza y nos compromete a implicarnos en los derechos comunes y trabajar a favor de un provecho común, desde la solidaridad ética y ciudadana.

Para complementar la información y profundizar en el tema te sugiero visualizar el siguiente video:

Material complementario