Estudiante: Joel Urbina Mares
Introducción
Las instituciones de educación superior alrededor del mundo tienen un largo historial de antecedentes de dificultades y retos que han superado, pues han operado o trabajado en entornos que son inestables e impredecibles y más últimamente. Durante muchos años, las escuelas han soportado guerras, dificultades políticas, crisis económicas e ideológicas y, recientemente, disrupciones como la globalización y la digitalización de la universidad, esto último quizás provocado por la pandemia de la Covid-19, que supuso un antes y un después en las instituciones educativas.
A raíz del confinamiento, la educación presencial se tornó virtual y muchos centros educativos de todo el mundo identificaron con claridad, además de carencias e insuficiente capacidad de adaptación, una brecha entre un alumnado digital y una parte del profesorado que generacionalmente estaba anclado en una ortodoxia.
Otro de los desafíos aún después de la pandemia es que la educación presencial se sigue basando y apoyando dominantemente en el paradigma del aprendizaje basado en la repetición memorística en el aula, más que en el estudio a partir de recursos de aprendizaje; incluso las dinámicas de lectura se concentran al estar en las grandes bibliotecas como centro de las universidades (Rama Claudio, 2020).
Desarrollo
Curtis Johnson, coautor del libro Disruptive Class: How Disruptive Innovation Will Change The World Learns, explica que la forma actual de enseñar «es incapaz de educar a los alumnos de hoy en las competencias que han de dominar para desenvolverse en la sociedad digital»; de ahí señala la necesidad de una educación disruptiva que reenfoque el aprendizaje
Existen distintas mejoras que se han producido a partir de la inserción tecnológica en el ámbito educativo:
I. Menor costo de los servicios. Se produce un abaratamiento en los servicios tanto de las empresas y administraciones públicas como de los usuarios. Skype, Teams, Zoom, Webex, Whatsapp entre otras aplicaciones, han abaratado las comunicaciones al sustituir a las llamadas telefónicas con sus servicios.
II. Mejora en la realización de las tareas Las tareas que antes se realizaban de manera análoga, ahora hace uso de lo digital. La computadora permite realizar las tareas de manera sencilla y sin errores, optimizando tiempos y recursos.
III. Mejor servicio y ofertas a los ciudadanos Se puede llegar a localidades que hasta la fecha eran inalcanzables realizando el servicio en mejores condiciones para los ciudadanos y a su vez acercando a estos a los núcleos de decisión para que sean estos los que ayuden a definir el comportamiento y se conciban a sí mismos como parte de un entorno en el que su posición no es estática.
La tecnología disruptiva constituye una gran oportunidad para empresas, administraciones públicas e instituciones educativas, ya que les permite llegar a lugares que eran imposibles hasta hace poco. La innovación disruptiva se convierte en una necesidad para el sector productivo y educativo para continuar mejorando y seguir siendo competitivos (Barrio, Sánchez, Gálvez, Begoña 2017).
La transformación digital en nuestro entorno
Educación digital en nuestra sociedad. Con la aparición de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) se inició una revolución tecnológica digital que lentamente ha ido transformando a la economía, a la sociedad, a la educación y a las políticas que conforman a la sociedad contemporánea. Dicha transformación se aceleró con la aparición del Covid-19 generando una cultura digital de la sociedad.
La adquisición online de bienes y servicios ha progresado en los últimos tres años el equivalente a décadas. Cabe hacer mención a la última encuesta emitida por el INEGI que señala que entre tres y cuatro de cada 10 personas de entre 3 y 29 años inscritas en el ciclo escolar 2021-2022 tomó clases en formato híbrido, siendo los smartphone, televisiones digitales e internet las principales herramientas tecnológicas.
De acuerdo con datos del instituto, 36.1% de la población de tres a 29 años inscrita en el ciclo escolar 2021-2022 tuvo clases a distancia (11.9 millones) y 28.1 por ciento de forma presencial (9.3 millones), esto durante la pandemia de COVID-19. En cuanto al acceso a herramientas tecnológicas en las viviendas, 95.6% contó en su vivienda con Smartphone; 77.1%, con televisión digital; 50.9%, con computadora y 22.7%, con tableta.
Sumado a esto, 31.3%impartió clases virtuales a través de Google Meet, Teams, Zoom o Blue Jeans y 30.7% usó plataformas virtuales (como Google Classroom, Aplícate o Moodle). No solo los ciudadanos, muchas empresas han introducido cambios muy relevantes que han venido para quedarse y ampliarse. La universidad no es una excepción. Por ejemplo, un reciente proyecto de investigación, referido a un ícono de la preespecialidad y de la excelencia como la Universidad de Cambridge, recoge las expectativas del personal y de los estudiantes y pone de relieve su apoyo a un cambio permanente, aunque parcial, hacia el aprendizaje en línea (Brown Martín, 2020).
La economía social. La pandemia también incrementó la vulnerabilidad de nuestras economías. Por ejemplo, los altísimos niveles de endeudamiento de todos los países ya llegan a duplicar el PIB, generando a su vez pobreza. También ha propiciado la desaparición de numerosas empresas y ha aumentado la ya inaceptable y muy preocupante tasa de desempleo juvenil de los últimos años.
Asimilar el cambio social. Las habilidades y el conocimiento adquirido favorecerán una mejor economía y una sociedad mejor preparada para el cambio, lo que propiciará las condiciones de desarrollo de cualquier país.
Los fondos Next Generation de la Unión Europea son un buen reflejo de esto, abren una oportunidad que hay que gestionar con diligencia, dada su temporalidad y fecha de caducidad. A su vez, este tipo de proyectos deberían apoyarse en todo el mundo, pues introduciría a su agenda las amenazas y las oportunidades que orientan la actuación de las empresas y administraciones públicas, generando un gobierno proactivo y anticipatorio a los cambios que se producen y que se ordena antes de que lo ordenen. (Bañón y Carrillo, 1995).
Repensar la educación. Es difícil no traer a esta investigación el impacto de la pandemia del Covid-19, pues derivado de esta surgieron desafíos y retos distintos. El alcance y la escala de estos retos tienen múltiples dimensiones que van más allá de lo digital y exigen cambios en nuestro estilo de vida; se debe explotar correctamente tecnologías como la inteligencia artificial, con potencial para asumir los complejos retos sociales o hacer frente a pandemias con unos servicios públicos mucho más eficientes.
La nueva institución educativa como modelo para el futuro ¿transformación digital o disrupción?
Suele haber confusión entre términos como “transformación digital”, “digitalización” o “disrupción”, tanto en su aplicación a la sociedad como en el ámbito universitario. A efectos de acotar de forma más precisa diferenciemos sobre todo los conceptos de “transformación digital” y “disrupción”: el primero define la introducción de innovaciones en el ámbito digital pero sin alterar los fundamentos básicos del sistema (por ejemplo, un campus virtual o la introducción de cualquier software que ayude a la gestión de la docencia o investigación), mientras que la disrupción digital introduce cambios relevantes que alteran las bases y las reglas de juego del paradigma o modelo existente.
En ambos casos estamos hablando de “digitalización”, pero con un alcance muy diferente, dado que en el segundo caso los recursos digitales sí alteran los fundamentos tradicionales del sistema. Mientras que la transformación digital se ajusta a un cambio “lineal” y progresivo, la disrupción propicia cambios acelerados y exponenciales.
Las innovaciones que produce la tecnología disruptiva tienen como consecuencia la transformación del mercado donde venía operando. Surge un mercado nuevo que deja totalmente obsoleto el que existía hasta ese momento. A lo largo de la nuestra historia ha habido siempre grandes cambios de este tipo, pero en la actualidad los cambios más importantes que van a transformar los mercados y la sociedad en su conjunto es la inteligencia artificial, las impresoras 3D que elaboran casas o vehículos, las transacciones digitales, no solo las blockchains, sino la banca digital en su conjunto, el e-commerce, la robótica, la realidad virtual, entre otros avances tecnológicos.
Hay que salir de la linealidad de las transformaciones para adentrarnos en la capacidad de crear universidades disruptivas sin repensar en nuestros modelos educativos. Es posible ver la crisis generada por el Covid-19 como una oportunidad para la digitalización de la universidad y crear una cultura tecnológica que no solo transforma y moderniza la gestión o nuestro modelo docente universitario haciéndolo más disruptivo, sino que nos permite generar mejor información, anticiparnos y liderar los cambios sociales.
Tecnologías digitales en la universidad
Quizás en los próximos años convivan modelos presenciales eficientes con el uso de recursos digitales en una educación personalizada extraordinariamente efectiva, así como modelos híbridos que combinen progresos y buenas prácticas procedentes de la educación presencial y la virtual.
Las restricciones para explotar el potencial digital en la educación han estado presentes de forma continua durante décadas. Incluso aunque los MOOCs las plataformas digitales surgidas de las mejores universidades como Coursera o edX, las iniciativas desde el ámbito privado como Google Actívate han generado disrupción: sus efectos reales en la innovación de la enseñanza presencial universitaria han sido limitados, pese al optimismo de muchos que creímos que algunas innovaciones serían adoptadas con mucha más rapidez.
Esto no ha sido por falta de propuestas: estudiosos y expertos han generado un gran número de ofertas muy interesantes. Desde el aula invertida, que permite acceder a los mejores recursos digitales en los conocimientos teóricos y dejar para la presencialidad el trabajo en equipo y la tutorización y experiencia del profesor en la aplicación práctica, hasta versiones gamificadas o bien, el uso del blockchain que podrían premiar e incentivar las buenas prácticas de profesores y alumnos.
Es difícil de justificar, pero hay que reconocer que ha habido una resistencia universitaria al cambio que deberíamos tomar muy en consideración. Ciertamente, la propia intensidad y entidad de los cambios provoca resistencias no solo en la educación en general sino en casi todos los sectores productivos y ámbitos de nuestras vidas. Acelerar cambios requiere abrazar una cultura favorable a la introducción de innovaciones y para muchos sectores de la sociedad esto no es una opción (North Douglas, 1993).
En el ámbito de la educación es diferente. La resistencia al cambio puede ser un factor relevante, hasta el punto de poder ralentizar su introducción de forma notable. Frecuentemente esgrimimos argumentos relacionados con la tradición y antigüedad de nuestras instituciones educativas, el humanismo o los valores implícitos en la presencialidad, aun cuando quedan devaluados por la práctica habitual o incluso llevan implícito un ludismo tecnológico actualizado.
La gestión universitaria como factor de introducción de la IA
No es ningún secreto que la gestión universitaria viene padeciendo una creciente y pesada burocratización, así como restricción y reducción en el uso de recursos. La necesidad de una gestión eficiente en el ámbito universitario va más allá de la burocratización y la productividad de los recursos existentes actualmente: está ligada en buena medida a objetivos relevantes como la captación, retención de estudiantes o el propio éxito estudiantil.
Además de automatizar con eficiencia procesos de atención al alumno o los servicios de informática a profesores, personal administrativo, servicios y alumnos, lo más interesante que propicia la revolución digital ligada a la IA en la gestión universitaria es el desarrollo de una cultura tecnológica que pondera la disponibilidad de datos y permite acometer retos más ambiciosos en torno a la calidad de los diferentes servicios.
La IA para lograr el éxito académico
La retención de los estudiantes, el incremento de la calidad docente, la empleabilidad y la personalización de la docencia para mejorar la igualdad de oportunidades son retos en los que la inteligencia artificial puede jugar un papel clave si se debilitan resistencias y barreras que se abordaron en los anteriores apartados.
El dilema de la IA puede ser negativo o positivo. Como tecnología de propósito general, puede crear disrupción en nuestras universidades (a través de los avances que plataformas y universidad online vayan introduciendo) o puede permitir integrar en la enseñanza presencial las capacidades mediante la personalización y mejoras sustanciales en el éxito académico de los alumnos.
La IA ha venido para quedarse. La necesitamos como herramienta y como base para mejorar nuestros propios procesos y modelos universitarios vigentes. Antes de explotar y aprovechar su potencial, necesitamos generar información. ¿Qué información? No es complejo: necesitamos interacciones con los estudiantes que nos desvelen sus problemas de adaptación en la universidad presencial o virtual. Hay motivos relacionados con la falta de integración en los campus presenciales y también desmotivación en el aislamiento y carencia de contacto físico en el ámbito virtual. Segmentar y buscar patrones de causas propicias para la aplicación de muchas soluciones de bajo coste que ya existen en nuestras universidades.
También necesitamos tutorizar al estudiante en cada asignatura y que nos identifique el problema en su formación y las barreras de compresión que se van generando conforme se avanza en cada materia. Existen repositorios y recursos digitales abiertos disponibles para estudiantes y acorde con sus niveles y déficits formativos. El gran reto de la IA a partir de esa información generada es incrementar la calidad docente y el éxito académico o, si se prefiere, la capacidad de minimizar el fracaso.
Hacia un nuevo paradigma educativo
El Foro Económico Mundial publicó recientemente un artículo que afirmaba que “la Covid-19 está impulsando una revolución en la educación que se debió hacer mucho tiempo” y presagia “un nuevo paradigma educativo”. Señala que “la pandemia nos está haciendo desafiar las nociones profundamente arraigadas de cuándo, dónde y cómo brindamos educación”, del papel de los colegios y universidades, la importancia del aprendizaje permanente y la distinción que establecemos entre estudiantes tradicionales y no tradicionales.
Conclusiones
Ciertamente, la actual pandemia propició la adopción repentina de foros y conferencias en línea y su aceptación masiva dentro y fuera de la universidad. Simplemente las consecuencias de esto pueden ser potencialmente enormes si se aprovechan para bien. Personas de todo el mundo pueden aprender y enseñar a grandes audiencias a un costo marginal. Esto por sí solo revolucionaría la impartición de la educación superior y la investigación.
Pero las tecnologías y las innovaciones educativas que hacen posible estas conjeturas ya existían hace años y muchas universidades han apostado por su desarrollo e implementación. Por lo que al proceso mediante el cual se transforma el pensamiento, el conocimiento, el cambio institucional es lo que se denomina gestión estratégica, esta contiene al menos tres diferentes vertientes (Thompson, 1990):
- La estrategia en sí misma, la definición de una visión de éxito para la institución y los distintos caminos para alcanzarla.
- La excelencia en la implementación de las estrategias para conseguir el cambio deseado.
- La innovación para asegurar que la institución, en este caso las universidades, estén evolucionando en la dirección adecuada.
Es importante las estrategias definidas se estén evaluando a lo largo del proceso para asegurar su funcionamiento, adaptación y renovación, esto para lograr alcanzar la visión de futuro de la institución atendiendo tanto a la formulación de estrategias que lo permitan como a los modos de implementación de las mismas (Nutt y Backoff, 1992).