Clase digital 1. El lenguaje literario

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El lenguaje literario

Introducción

Te doy la bienvenida a este Taller de Lectura y Redacción II, en el cual realizaremos un acercamiento a la literatura y al lenguaje literario.

Para comenzar, te invito a pensar conmigo ¿para qué estudiar la literatura?

Consideremos que no se trata solamente de «estudiar la literatura» como quien toma un objeto y lo pone en el microscopio. Se trata más bien de acercarnos a ella, de indagar en las palabras desde la imaginación, y así descubrir un mundo ficticio, singular. Y al hacerlo, estaremos practicando un tipo de lectura distinto al de la cotidianeidad: una lectura hecha de imágenes sensibles, de figuras poéticas, de pensamientos que quieren trascender.

Imagen 1. En esta clase se aprenderá sobre la lectura literaria.

Cualquiera que sea tu vocación a futuro, ya sea que optes por un bachillerato de ciencias, de artes, de administración o de humanidades, las competencias de comunicación serán fundamentales para tu formación integral: en la lectura literaria nuestra mente despliega sus procesos integrando imaginación y pensamiento analítico. Por ello, te propongo colaborar en este curso para, a través de las diversas clases, desarrollar conjuntamente el pensamiento crítico, la imaginación y la creatividad.

En este curso verás que la literatura no solo son historias y versos, son también formas de ver, de pensar y vivir el mundo. Como decía el poeta Hölderlin: “Quien piensa lo más profundo, ama lo más vivo”. Así pues, si a través de la literatura logramos reflexionar sobre lo complejo de la vida, sin duda estaremos logrando nuestros objetivos del curso.

Adelante y bienvenido a este curso.

Desarrollo del tema

Cuando en la vida cotidiana, en un día caluroso, una persona dice “¡Qué calor hace!”, el mensaje tiene una relación con un contexto particular, a partir del cual podríamos establecer que el mensaje puede ser verdadero o falso. El mensaje hace referencia a una circunstancia que se puede verificar porque existe fuera del mensaje mismo. Esta referencialidad está puesta entre paréntesis en algunas situaciones de comunicación particulares, tales como la literatura o el chiste. Por tomar como ejemplo este último, cuando una persona cuenta un chiste sobre Pepito diciéndole a la maestra “¡Qué calor hace!”, la proposición como tal no es ni verdadera ni falsa, simplemente porque aquello a lo que se refiere no es real. Esto sucede de manera similar en la literatura, pues se dicen cosas como si fueran reales, aunque solo existen en la ficción. Searle (1982) ha descrito este fenómeno como una “aserción fingida” porque entre el autor y el lector media una especie de “pacto” donde el lenguaje literario imita el lenguaje real. 

Imagen 2. Portada del libro Poesía en movimiento.

Cuando “leemos un texto” estamos haciendo inferencias a partir de toda la información que nos es posible analizar: el lenguaje en que está escrito el mensaje, el soporte físico del mensaje, la disposición o diseño que tiene el mensaje, etcétera. ¿Qué hace diferente entonces a un texto literario de otro tipo de textos? Sin entrar en discusiones teóricas, podemos considerar que lo que llamamos literatura es un uso particular del lenguaje, con una intención específica, valorada socialmente. Pero ¿Qué quiere decir esto?

Si entendemos el lenguaje como una herramienta para representar la realidad, diríamos que todos los mensajes —para que tengan sentido— siempre tienen que referirse a la realidad. Sin embargo, esto no siempre es así. Podemos señalar un árbol y decir que eso es un perro. ¿Tendría sentido? Desde luego que no. Eso sería un uso erróneo del lenguaje porque usamos una palabra para nombrar algo que no le corresponde por definición. ¿Y si decimos “los unicornios tienen un cuerno en la frente”? ¿Sería eso un uso erróneo del lenguaje?

Este sencillo ejemplo nos permite entender que el lenguaje no sólo nos permite hablar de cosas “reales” en el sentido de cosas objetivas, concretas, tangibles, constatables. También usamos el lenguaje para inventar, para nombrar lo que sólo existe como producto de la imaginación. Un unicornio no es un ser “real”, pero puedes hacer el experimento de preguntarle a tu mamá o a tu papá ¿el unicornio es lo mismo que una sirena? Y verás que te van a decir que no, porque conocen estos animales fantásticos.

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Imagen 3. Animales fantásticos.

Dentro de los muy diversos usos que podemos hacer con el lenguaje (designar un objeto, ordenar algo, expresar una emoción, etc.), nos topamos con esta situación específica: una persona cuenta una historia sobre algo que le ocurrió a alguien. Lo podríamos representar de la siguiente manera:

A dice: “al personaje X le ocurrió N”. 

A es la persona que cuenta la historia. X es el personaje de la historia y N es el acontecimiento.

Pero, al igual que en los ejemplos en los que el lenguaje era utilizado para designar “animales fantásticos que solo existen como parte de la imaginación”, sucede algo similar: A cuenta una historia que no es “real”, porque se trata de una historia que le ocurrió al personaje X, pero X no es real, es un personaje imaginario.

Si mi mejor amigo llega y me cuenta que su vecina se ganó la lotería, tendríamos:

A = mi mejor amigo
X = la vecina de mi mejor amigo
N = ganarse la lotería

Pero ¿y si todo fuera mentira? En realidad, si solo tuviéramos el texto tal y como lo hemos redactado en este ejemplo, no podríamos saber si es verdad o es mentira. Pero el texto está contando algo que resulta verosímil, es decir, resulta creíble.

Ahora, agregamos una tercera posibilidad. Mi mejor amigo es escritor y escribe una novela en donde se imagina que su vecina gana la lotería. La misma estructura: A es mi mejor amigo, el escritor; X es la vecina de mi mejor amigo; N es ganarse la lotería.

Tenemos tres textos:

  1. A dice: “al personaje X le ocurrió N”, donde es verdad lo que cuenta A.
  2. A dice: “al personaje X le ocurrió N”, donde es mentira lo que cuenta A.
  3. A dice: “al personaje X le ocurrió N”, donde es ficción lo que cuenta A.

Resulta evidente que “saber si un texto está hablando de cosas reales, falsas o ficticias” depende de algo que no está del todo en el texto. Tenemos la misma estructura lógica pero las circunstancias son las que cambian.

Entonces ¿Cuáles son las circunstancias que cambian? Estas están relacionadas con el lector. El lector es quien, con base en unos conocimientos previos, será capaz de identificar si el texto es verdad, mentira o ficción. Porque le corresponde al lector la actualización de sus competencias para poder interpretar de la mejor manera el sentido del texto.

En este pequeño caso que estamos analizando podríamos suponer:

  1. Si el lector sabe que A no tiene ninguna “vecina-mujer” entonces deducirá que A miente.
  2. Si el lector sabe que X es real pero que nunca juega a la lotería, entonces inferirá que es muy probable que sea mentira.
  3. Si el lector sabe que A es escritor y que la historia #3 es una novela, hay una actitud distinta hacia el texto porque el texto no es algo real, porque el texto cuenta una mentira, pero el texto no tiene la intención de engañar al lector con una mentira. Podríamos decir que tan solo tiene el propósito de hacerlo imaginarse una situación que no es real.

Después de haber analizado este pequeño ejemplo, estoy seguro de que podrás comprender con mayor facilidad los siguientes conceptos clave.

La literatura es una ficción: cuenta historias o expresa ideas que no son tomadas como algo “real”. Es verdad que hay novelas basadas en hechos reales, pero incluso en esos casos la menor de las distorsiones termina por convertirlo en ficción.

La ficción es una mentira, pero tiene dos peculiaridades. Es una mentira verosímil y es una mentira que sabemos que es mentira y, por lo tanto, aceptamos creer en lo que nos cuenta. Por eso algunos teóricos hablan de que el lector hace un pacto ficcional con el autor: elige creer.

¿Recuerdas la definición que dimos al inicio de esta clase? La literatura es un uso particular del lenguaje, con una intención específica, valorada socialmente. Si tomamos como referencia el modelo de comunicación tenemos los siguientes elementos:

Imagen 4. Creación propia.

En este esquema podrás apreciar en los extremos las figuras del autor y el lector. Entre ellos, el mensaje, en este caso un libro. En la parte inferior se señalan dos elementos más: el contexto de producción y el contexto de recepción. ¿A qué se refieren?

Debemos tener en cuenta que, a diferencia de una comunicación oral —en la cual el emisor y el receptor interactúan en el mismo instante—, en la lectura tenemos una comunicación diferida: el autor escribe el mensaje en un momento y el lector lo lee en otro momento. Esta “diferencia” es una distancia temporal y espacial. Cuando se lee un libro como Don Quijote, se está descifrando un mensaje escrito por una persona hace más de 400 años, en un lugar de España a más de 9 mil kilómetros. ¿Se habrá imaginado Cervantes que lo leeríamos en el siglo XXI en una región llamada Guanajuato? ¡Seguramente no!

Sin embargo, esto que mencionamos no es solo una cuestión de curiosidad. En realidad, en el momento de la lectura, el lector tiene que “activar” sus conocimientos previos: del lenguaje, de la cultura, del arte, etc. Y hay una especie de “choque” o de “fusión”, entre el tiempo del autor y el tiempo del lector.

El contexto de producción implica todas las circunstancias en que fue escrito el texto: la vida del autor, la sociedad a la que perteneció, la cultura y la mentalidad de la época del autor, e incluso la tecnología. Todos son factores que, si se conocen, pueden contribuir a nuestra comprensión del texto. De igual manera, el lector leerá e intentará interpretar el texto desde sus circunstancias (su cultura, su ideología, su propia experiencia personal, etc.) aun cuando no esté consciente de esto.

Conclusión

Has llegado al final de este primer tema de nuestro curso de Taller de Lectura y Redacción II.

Como habrás visto, el contenido principal a desarrollar durante este curso será la literatura. En esta primera clase, hemos comenzado por identificar algunos conceptos clave que nos servirán a lo largo de todo el curso.

Recuerda que cada vez que realicemos el análisis de una lectura estaremos utilizando estos términos: autor, lector, texto literario, contexto de producción, contexto de recepción. Serán clave para el desarrollo de tus competencias lectoras.

Te invito a continuar con la siguiente clase.

Referencias

  • Llovet, J., et al. (2005). Teoría literaria y literatura comparada. Barcelona: Ariel.
  • Gómez Redondo, F. (1994). El lenguaje literario. Teoría y práctica. Madrid: EDAF.
  • Compagnon, Antoine (2015). El demonio de la teoría. Literatura y sentido común. Barcelona: Acantilado.