Barreras a las innovaciones en la educación, la formación y otros entornos de aprendizaje potenciales
Presentación del contenido
Hola, es un gusto encontrarte en la última clase, cerraremos la unidad de aprendizaje, analizando las barreras a las innovaciones en la educación, la formación y otros entornos de aprendizaje potenciales, por ello, es relevante no perder de vista que la educación está llamada a evolucionar para hacer frente a los desafíos de un mundo impredecible y cambiante, por lo tanto, es evidente que existirán retos y desafíos a sortear.
La evolución de la educación debe ser sistémica, consistente y escalable; por lo tanto, se espera que los docentes, gestores, investigadores y formuladores de políticas educativas innoven la teoría y la práctica de la enseñanza y el aprendizaje, y que además sean capaces de afrontar las barreras que se desprendan de esas innovaciones.
En la presente clase busca contribuir al desarrollo de las habilidades para distinguir los elementos que permiten la configuración y desarrollo de la educación en una sociedad digital, para la profundización de los contextos sociales del aprendizaje y de los postulados teóricos de las dinámicas de enseñanza y aprendizaje emergentes.
Sin más que agregar, iniciamos con el desarrollo de la clase.
Desarrollo del contenido
1. Efectos de las innovaciones tecnológicas en la educación
Al analizar las innovaciones de nuestro tiempo, no podemos omitir que una gran mayoría de ellas son tangibles, ya sea herramientas tecnológicas (computadoras portátiles, iPads, teléfonos inteligentes) o sistemas y materiales de aprendizaje basados en tecnología, por ejemplo, sistema de gestión del aprendizaje (LMS), software educativo y recursos basados en la web. La tecnología siempre ha servido como motor e instrumento de innovación en cualquier ámbito de la actividad humana. Entonces, es natural para nosotros esperar que las innovaciones basadas en aplicaciones educativas puedan mejorar la enseñanza y el aprendizaje. Aunque la tecnología es un gran activo, ¿es la fuente única o principal de las innovaciones actuales y es prudente confiar únicamente en ella?
Larry Cuban escribió lo siguiente: “Desde 2010, las computadoras portátiles, tabletas, pizarras interactivas, teléfonos inteligentes y una gran cantidad de software se han vuelto omnipresentes. Se gasta miles de millones de dólares en computadoras. Sin embargo, ¿ha mejorado el rendimiento académico como consecuencia? ¿Ha cambiado la enseñanza y el aprendizaje? ¿El uso de dispositivos en los centros educativos ha generado mejores trabajos? Estas son las preguntas básicas que hacen los comités académicos, los responsables políticos y los administradores. Las respuestas a estas preguntas son ‘no’, ‘no’ y ‘probablemente no’ ”(2015). Esta advertencia debería hacernos pensar detenidamente si más tecnología significa un mejor aprendizaje.
La tecnología se utiliza en la fabricación, los negocios y la investigación principalmente para aumentar la productividad laboral. Dado que la integración de la tecnología en la educación es en muchos aspectos semejante a como ocurre en otros negocios, tiene sentido evaluar las aplicaciones tecnológicas mediante cambios en la productividad y la calidad del aprendizaje. William Massy y Robert Zemsky escribieron en su artículo, “Uso de la tecnología de la información para mejorar la productividad académica”, que “[…] la tecnología debería usarse para impulsar la productividad académica” (Massy y Zemsky, 1995). Entonces, ¿por qué la tecnología no ha contribuido mucho a la productividad del aprendizaje? Puede deberse a la llamada «paradoja de la productividad» (Brynjolfsson, 1993), que se refiere a la aparente contradicción entre los notables avances en el poder de las computadoras y el crecimiento relativamente lento de la productividad a nivel de toda la economía, empresas individuales y muchas aplicaciones específicas. Evidentemente, esta paradoja se relaciona con las aplicaciones de la tecnología en la educación.
Un conflicto entre las expectativas públicas de la efectividad de la Tecnología Educativa (TE) y las aplicaciones reales en la enseñanza y el aprendizaje puede tener sus raíces en las actitudes de los educadores hacia la tecnología. Lo que escriben algunos investigadores educativos sobre la tecnología en la educación ayuda a revelar el problema inherente. Los pilares y bloques de construcción del aprendizaje del siglo XXI, según Linda Baer y James McCormick (2012, p. 168), son herramientas, programas, servicios y políticas tales como sistemas de almacenamiento y recuperación de información habilitados para la web, recursos digitales, juegos y simulaciones, tutoría y asesoría en línea, que son innovaciones exclusivamente tecnológicas. Están destinados a integrar experiencias de aprendizaje personalizadas, resultados de aprendizaje basados en evaluaciones, wikis, blogs, redes sociales y aprendizaje móvil. La base de todo este trabajo, como escriben estos autores, reside en los recursos, la infraestructura, los estándares de calidad, las mejores prácticas y la innovación.
Todas estas son cosas útiles y tangibles, pero ¿dónde están las innovaciones intangibles, como la base teórica, en particular la pedagogía, la psicología y la metodología de instrucción que son un verdadero fundamento de la enseñanza y el aprendizaje? El énfasis en las herramientas parece ser un efecto de la cultura materialista, que codicia bienes o resultados tangibles y materiales. Del mismo modo, los estudiantes de hoy se preocupan más por las calificaciones, certificados, títulos y diplomas (activos tangibles) que por adquirir conocimientos, un activo intangible (Business Dictionary, 2016). Podemos llegar a reconocer que el aprendizaje moderno está impulsado más por herramientas tecnológicas que por una teoría sólida, lo cual es engañoso.
Según el proyecto de investigación sobre enseñanza y aprendizaje innovadores de la UNESCO realizado en varios países, «las TIC tienen un gran potencial para apoyar las pedagogías innovadoras, pero no son un ingrediente mágico». Los hallazgos sugieren que “[…] al considerar las TIC, es importante centrarse en el aprendizaje de los estudiantes y las habilidades del siglo XXI que las TIC pueden habilitar” ( UNESCO, 2013 ). Como Zhao y Frank (2003) argumentan en su modelo ecológico de integración de tecnología en el centro educativo, deberíamos estar interesados no solo en la cantidad de computadoras que se usan, sino también en cómo se usan las computadoras. Evidentemente, antes de comenzar a usar la tecnología, primero debemos preguntarnos ¿qué herramientas tecnológicas ayudarán a nuestros estudiantes a aprender mejor matemáticas, ciencias, literatura e idiomas, y cómo usarlas de manera eficiente para mejorar los resultados del aprendizaje?
Por lo tanto, el problema de las innovaciones de la TE es doble: cualquier integración de la tecnología en la enseñanza y el aprendizaje tiene que demostrar una mayor productividad en estos ámbitos, pero solo se puede lograr cuando las aplicaciones de la TE se basan en una teoría pedagógica eficaz. La innovación tecnológica eventualmente impulsará innovaciones pedagógicas, sin duda, sin embargo, este camino es más lento, más complicado y conlleva un enorme desperdicio de recursos financieros, técnicos y humanos.
2. Las barreras a la innovación
Existen razones para la discrepancia entre el impulso a la innovación educativa que observamos en algunos ámbitos, las generadas en los últimos tiempos y la realidad cotidiana del sistema educativo.
En primer lugar, si miramos la educación de manera integral, como un sistema completo a cargo de sustentar la necesidad de la nación de educar a los miembros de la sociedad y construir su conocimiento y experiencia a lo largo de su vida activa, tenemos que reconocer que todos los niveles educativos están interrelacionados y son interdependientes. Además, la educación, siendo un sistema en sí mismo, es un componente de un supersistema social más amplio, al que se vincula de muchas formas intrincadas y complicadas. Como institución social, la educación refleja todos los valores, leyes, principios y tradiciones de la sociedad a la que pertenece. Por tanto, es necesario considerar la educación como una entidad social vital, completa, y abordar sus problemas, teniendo en cuenta estas relaciones y dependencias tanto dentro del sistema educativo como de la sociedad.
A su vez, si la sociedad apoya las innovaciones en educación, entonces su sistema educativo evolucionará y progresará de manera continua y efectiva. Si no es así, la educación se estancará y producirá resultados limitados. Un ejemplo de impacto sociocultural negativo en la educación es el mercantilismo, que está destruyendo el propósito último de la educación, y el consumismo, que está degradando las instituciones de educación superior (Feeman y Thomas, 2005 ; Ng y Forbes, 2009; Abeyta, 2013). Otras tendencias sociales y culturales nocivas ejercen una poderosa influencia. Estos incluyen la monetización de la educación, los derechos, la gratificación instantánea y el egoísmo, que destruyen la educación en general y el desarrollo de la creatividad y el espíritu innovador de los estudiantes en particular (Kerby et al. , 2014). Estos graves problemas sociales deben abordarse enérgicamente.
En segundo lugar, es bien sabido que la educación superior ha sido históricamente lenta en la adopción de innovaciones por varias razones (Hoffman y Holzhuter, 2012; Marcus, 2012; Evans, 1970); entre ellas su complejidad (con base en la cohesión y continuidad de la ciencia) y el hecho de que requiere mucha mano de obra, la educación superior es particularmente difícil de hacer más productiva (Brewer y Tierney, 2012). El nivel antecedente al superior es incluso más conservador que las universidades porque atienden cada vez más al bienestar y la seguridad de los estudiantes que a su preparación para la vida real y el trabajo (Gibbons y Silva, 2011). Tanto la educación preuniversitaria como la superior funcionan como dos sistemas separados y bastante cerrados por derecho propio. No sólo están débilmente conectados con el mundo en general, sino que también sufren una gran desconexión entre el rendimiento medido en los resultados del aprendizaje de los graduados y las expectativas de los estudiantes de ingreso a la universidad. Parece que “[…] los sistemas y valores de la educación industrial no fueron diseñados con la innovación y las herramientas digitales en mente. La innovación, ya sea con tecnología, evaluación o instrucción, requiere tiempo y espacio para la experimentación y una alta tolerancia a la incertidumbre. La alteración de los patrones establecidos es el modus operandi de la innovación. Nos gustan los frutos de la innovación, pero pocos tenemos el temple para correr el guante de la innovación” (Levasseur, 2012). No obstante, es fundamental aceptar que “la innovación está vinculada a la creatividad, la asunción de riesgos y la experimentación” (Brewer y Tierney, 2012, p. 15), que debe formar parte del sistema educativo.
La innovación es difícil de difundir en los centros educativos y la academia porque interrumpe la rutina establecida y empuja a los implementadores fuera de su zona de confort. Terry Heick escribe que “[…] muchos centros educativos hablan de labios para afuera sobre el concepto de innovación y cómo desde sus perspectiva lo asumen, pero pierden el valor cuando es el momento de hacerlo realidad. Apoyar algo que se considera secundario (innovación) frente a la presión, los programas de gran alcance, los estándares externos que van desde las habilidades básicas, tecnología y preparación profesional se convierte en una cuestión de prioridad y seguridad laboral. Si bien la educación pide innovación, los argumentos en contra de ella a menudo se convierten en tentadores ataques del hombre de paja” (Heick, 2016). En muchos casos, la innovación en las instituciones educativas no tiene prioridad sobre los problemas rutinarios urgentes; en realidad, es más urgente cumplir con los estándares de los organismos evaluadores.
Los docentes y gestores educativos suelen ser cautelosos ante un cambio amenazante y tienen poca tolerancia ante la incertidumbre que causa cualquier innovación importante. Por supuesto, hay centros educativos que no tienen miedo de innovar y experimentar, pero su éxito depende de líderes individuales y comunidades de educadores que sean capaces de crear una cultura profesional innovadora. Los focos de innovación dan esperanza, pero necesitamos un apoyo total y masivo para las innovaciones en toda la sociedad.
En tercer lugar, una de las razones del lento ritmo de las mejoras en la educación es un agudo conflicto entre el bienestar de la sociedad y los intereses políticos y comerciales. Cuarto, incluso cuando una innovación cobra vida, tiene poco valor sin implementación (Csikszentmihalyi, 2013).
Una innovación puede marcar una diferencia significativa solo cuando se utiliza a gran escala. Crear innovaciones no es suficiente, es necesario difundirlas y utilizarlas en los centros educativos, una tarea más difícil. Para que la innovación tenga un efecto considerable, necesitamos un ejército de implementadores junto con condiciones favorables para que la invención se difunda y produzca un resultado. Los implementadores, a su vez, deben ser creativos y estar motivados para hacer su trabajo; también deben tener libertad para innovar en la implementación, seguridad en el trabajo para asumir riesgos y control de lo que están haciendo. En última instancia, es necesario que se confíe en ellos para que hagan bien su trabajo.
Una tendencia creciente en la educación superior es un enfoque de mercado en el que el objetivo principal se establece para “satisfacer las demandas de la población estudiantil que está aprendiendo, una población de estudiantes de por vida” (Afshar, 2016). Las universidades de hoy están ocupadas innovando cómo aumentar la satisfacción de los estudiantes y crear experiencias de aprendizaje “excepcionales”, “de primer nivel” o “extraordinarias” en lugar de preocuparse por su verdadero conocimiento y logros de calidad. Esto es claramente una extensión del enfoque adaptativo o diferenciado de la enseñanza y el aprendizaje, lo que conduce a la personalización de la educación (Schuwer y Kusters, 2014). Pero esta visión plantea una pregunta: ¿son las demandas y la satisfacción de los estudiantes los indicadores adecuados de un aprendizaje de calidad? Cuando comenzamos a preocuparnos más por cómo se sienten los estudiantes en el aula, qué les molesta y cuál es la mejor manera de acomodarlos para que sus experiencias de aprendizaje sean superiores y libres de ansiedad, comenzamos a dejar de lado los resultados de calidad del proceso de aprendizaje.
Cada nube tiene un lado positivo, afortunadamente. Cuando se aplica el enfoque de mercado a la educación superior, como ocurre en el entorno competitivo nacional y mundial actual, la competencia por las inscripciones aumenta y obliga a las universidades a disminuir la deserción de todas las formas posibles. Esto requiere enfoques innovadores. Las instituciones que dependen de la matrícula para sus ingresos parecen más dispuestas a innovar que las universidades públicas tradicionales que cuentan con el apoyo del gobierno.
Peggy Ertmer (1999) describe los obstáculos para la integración de la tecnología como barreras externas (de primer orden) e internas (de segundo orden). Las barreras de primer orden son puramente operativas (tecnológicas), mientras que las barreras de segundo orden son de aplicación (pedagógicas). La diferencia en los enfoques para aplicar la tecnología a la enseñanza y el aprendizaje (superando las barreras tecnológicas frente a las pedagógicas) podría explicar por qué las grandes inversiones en TE han tenido poco o ningún efecto en la calidad de los resultados del aprendizaje.
Por último, pero no menos importante, las innovaciones crecen en un entorno favorable, que es cultivado por un sistema educativo que promueve la innovación en todos los niveles y produce un pensamiento creativo, crítico, autosuficiente, aprendices de por vida, solucionadores de problemas y trabajadores. Este sistema disfruta de un clima de investigación estimulante, fomenta actitudes culturales edificantes hacia la educación y reúne un apoyo social masivo.
La pregunta final es, ¿qué innovaciones realmente necesitamos y de cuáles podemos prescindir?
El ejemplo finlandés puede darnos una buena lección. Pasi Sahlberg identifica un conjunto de reformas populares en muchos países que Finlandia no ha adoptado, que incluyen:
- Estandarización del plan de estudios reforzada por frecuentes pruebas externas;
- Reducción del plan de estudios a habilidades básicas en lectura y matemáticas;
- Uso reducido de estrategias de enseñanza innovadoras;
- Adopción de ideas educativas de fuentes externas, en lugar del desarrollo de la capacidad interna local para la innovación y la resolución de problemas; y
- Adopción de políticas de responsabilidad de alto riesgo, con recompensas y sanciones para estudiantes, maestros y escuelas (Sahlberg, 2010, p. 10).
En cambio, los finlandeses siguieron su propio camino; entonces, ¿sería innovador no adoptar algunas reformas?
Consultar: Superando las barreras para la innovación educativa
3. ¿Qué hacer para afrontar las barreras en la innovación?
Para crear innovaciones, necesitamos innovadores, y muchos de ellos. Aunque la innovación es a menudo una chispa que se origina en la mente de una persona inteligente, necesita un entorno que pueda alimentar sus iniciativas. Este entorno está formado y constituido por instituciones educativas, cultura social y economía avanzada. Csikszentmihalyi subraya la importancia de crear un macroambiente estimulante, que integre el contexto social, cultural e institucional, y también el microambiente, el entorno inmediato en el que trabaja una persona. “El entorno exitoso […] proporciona(s) libertad de acción y estimulación de ideas, junto con una actitud respetuosa y enriquecedora hacia los genios potenciales” (2013, p. 140), el control sobre ese entorno está en manos de los educadores.
Luego, cuando se crea la invención, debe caer en un terreno fértil como una semilla y ser cultivada para que crezca y dé fruto. Csikszentmihalyi escribe: “Las ideas creativas se desvanecen a menos que haya una audiencia receptiva para registrarlas e implementarlas […]. Los descubrimientos de Edison o Einstein serían inconcebibles sin el conocimiento previo, sin la red intelectual y social que estimuló su pensamiento y sin los mecanismos sociales que reconocieron y difundieron sus innovaciones (2013, p. 6)”. La audiencia no son solo los educadores, sino también los estudiantes, los padres, los responsables políticos y todos los demás miembros de la sociedad que actúan como implementadores o consumidores de la innovación.
El apoyo sistémico coherente es esencial para el crecimiento de las innovaciones. El informe de la OCDE sobre prácticas docentes e innovación pedagógica también sostiene que “las prácticas docentes […] son factores que afectan el aprendizaje de los estudiantes y que son más fácilmente modificables. Además, se ha prestado atención a prácticas profesionales adicionales, especialmente aquellas que ayudan a transformar la escuela en una comunidad de aprendizaje profesional” (Vieluf et al. , 2012, p. 3).
La integración de la tecnología en la educación sólo puede tener éxito si se tiene en cuenta el elemento humano. Esto luego integra a los innovadores, implementadores, liderazgo educativo, comunidad profesional y, ciertamente, a los estudiantes. Cuando intentamos innovar en la educación, a menudo dejamos a los estudiantes fuera de la ecuación. No innovamos lo suficiente en el aprendizaje de los estudiantes, su mente, actitudes, comportamientos, carácter, metacognición y ética laboral. Sin embargo, hacemos todo lo posible para mejorar la enseñanza (impartición), mientras que lo que realmente necesitamos es mejorar el aprendizaje. En educación, nada funciona si los estudiantes no lo hacen.
Según el famoso erudito búlgaro Georgi Lozanov (1988), el aprendizaje es una cuestión de actitud, no de aptitud. Aquí es donde reside el mayor potencial para mejorar la educación. Como escribe el renombrado científico cognitivo Daniel Willingham, “[…] la educación mejora las mentes, y el conocimiento de la mente puede generar una mejor educación” (Willingham, 2010, p. 165). El objetivo más importante, por lo tanto, no debería ser tanto aprender STEM (es el acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and Mathematics) sino cultivar personas innovadoras en la educación básica, aumentar su autonomía, autosuficiencia y fomentar una mentalidad emprendedora o “una mezcla crítica de actitudes de iniciativa orientadas al éxito, toma de riesgos inteligente, colaboración y reconocimiento de oportunidades ”( Zhao, 2012, p. 5).
Para ayudar a desarrollar nuevas habilidades de supervivencia, comunicación efectiva y habilidades de pensamiento crítico que nutran a emprendedores curiosos, creativos, de pensamiento crítico, independientes y autodirigidos, debemos interrumpir las formas de nuestro sistema escolar y las formas en que nuestros docentes están preparados. Puede valer la pena extender el término comúnmente utilizado «preparación profesional» a «preparación para la vida».
La investigación de sistemas educativos ejemplares en todo el mundo demuestra claramente que la calidad de los docentes es el elemento fundamental del éxito educativo: “Son especialmente los docentes quienes dan forma a los entornos de aprendizaje de los estudiantes y los ayudan a alcanzar su potencial intelectual”: (Vieluf et al., 2012, p. 113). La formación y el desarrollo profesional de los docentes son definitivamente una de las áreas principales que requieren enfoques innovadores: se debe enseñar a los docentes a enseñar bien (Marcus, 2012). El “cómo” de la enseñanza (metodología instruccional) es tan importante como el “qué” (contenido) (Morais et al. , 2004). Un gran recurso para una educación eficaz es el diseño y la metodología de instrucción utilizados por los docente, como lo muestra el proyecto de investigación ITL: “En todos los países y aulas, las características de las actividades asignadas en el aula predijeron fuertemente las habilidades del siglo XXI que los estudiantes exhibieron en su trabajo. Es mucho más probable que los estudiantes aprendan a resolver problemas del mundo real y colaboren productivamente con sus compañeros, por ejemplo, si sus actividades de aprendizaje se diseñan cuidadosamente para ofrecerles oportunidades para hacer estas cosas. Este hallazgo sugiere que el desarrollo profesional para la enseñanza innovadora podría comenzar con el diseño de lecciones” (UNESCO, 2013).
El estatus social del docente es uno de los factores determinantes de la calidad del docente: en los países más avanzados como Finlandia, Singapur, Corea del Sur y Japón es muy alto. Refleja la calidad de la enseñanza y el aprendizaje, pero también el nivel de innovaciones pedagógicas. En nuestro impulso por mejorar la innovación educativa, capacitar a los docentes puede ser la tarea más importante. Mattan Griffel escribe: “Necesitamos cambiar el papel de los docentes. ¿Qué tipo de personas consideramos profesores? ¿Cómo elevamos a los docentes en la sociedad?» (Crichton, 2015). Cree que tenemos que convertirlos en «estrellas de rock» y aportar nuevas perspectivas a la profesión.
Eventualmente, el camino más reconocido hacia la innovación educativa, escribe Shelton, es “[…] investigación básica y aplicada […] con más y mejor aprovechamiento de recursos, más enfoque y más disciplina, este camino puede acelerar nuestra comprensión de la enseñanza y el aprendizaje y producción de prácticas y herramientas para mejorar el desempeño” (2011). La investigación centrada en aumentar la productividad y la eficiencia y mejorar la calidad del aprendizaje debe aumentar en todas las áreas críticas de la educación. Un indicador crucial de la eficacia educativa es medir la calidad del aprendizaje que sigue siendo imperfecto. El desarrollo de medidas claras y efectivas de la calidad educativa es un lugar importante para futuras investigaciones innovadoras.
El apoyo social a la educación innovadora y la construcción de una nueva cultura de preeminencia educativa, tanto dentro del sistema educativo como alrededor de él, es fundamental para su éxito. Brunner (1996) sugiere considerar la educación en un contexto más amplio de lo que la sociedad pretende lograr mediante su inversión educativa en los jóvenes. La mejor manera de lograr una educación superior es dar forma a una nueva cultura educativa. Como explica Pasi Sahlberg, “Estamos creando una nueva cultura de la educación y no hay vuelta atrás” (Sahlberg, 2011, p. 2).
Conclusiones y énfasis de ideas clave
Has llegado a la etapa final del proceso formativo, no me queda otra cosa que agradecer tu participación y entusiasmo. En esta clase realizamos un análisis general de las siguientes ideas clave:
- La educación necesita desesperadamente innovaciones efectivas de escala que puedan ayudar a producir resultados de aprendizaje de alta calidad en todo el sistema y para todos los estudiantes.
- Las innovaciones profundas, multifacéticas e integrales, tanto tangibles como intangibles, tienen la capacidad de generar rápidamente efectos escalables.
- La mejora radical de la eficiencia y la calidad de la teoría y la práctica de la enseñanza y el aprendizaje, así como los roles del estudiante, el docente, los padres, la comunidad, la sociedad y la cultura de la sociedad, deberían ser el foco principal de los cambios y mejoras en el sistema educativo.
- A medida que el costo de la educación continúe aumentando, la eficiencia y el tiempo del aprendizaje, los enfoques educativos efectivos y los métodos y herramientas capaces de cumplir con la misión principal de la educación se convertirán en áreas críticas de investigación y soluciones inventivas.
- Independientemente de las tecnologías que ideemos para la educación, por mucha tecnología que integremos en el aprendizaje, el elemento humano, en particular el estudiante y el docente, sigue siendo problemático.
- Las tecnologías educativas están listas, pero ¿estamos listos para ellas? Nuestra comprensión de cómo aprenden los estudiantes y cómo los docentes enseñan y elaboran su metodología en entornos basados en la tecnología sigue siendo deficiente.
- Por lo tanto, la clave para una sociedad próspera e inventiva es un enfoque multidimensional para revitalizar el sistema educativo (estructuras, herramientas y partes interesadas) de modo que fomente la autonomía, la autoeficacia, el pensamiento crítico, la creatividad de los estudiantes y promueva una cultura común que apoya la educación innovadora.
Espero que esta unidad de aprendizaje haya sido de tu agrado. Sin más por el momento, me despido.
Fuentes de información
- Serdyukov, P. (2017), «Innovation in education: what works, what doesn’t, and what to do about it?», Journal of Research in Innovative Teaching & Learning, Vol. 10 No. 1, pp. 4-33.