Colaboración rumbo al conocimiento: prácticas del aprendizaje en el nuevo milenio

Inicio » Colaboración rumbo al conocimiento: prácticas del aprendizaje en el nuevo milenio

Colaboración rumbo al conocimiento: prácticas del aprendizaje en el nuevo milenio

El otro me otorga la primera definición de mí,
al percibir todo aquello que yo no puedo ver desde mi posición única.

Tatiana Bubnova

Con la vertiginosa transición que la sociedad experimentó una vez que la digitalización se implantó en distintos aspectos de nuestra cotidianidad, los sistemas de educación y formación fueron desafiados por las tendencias emergentes. Estas tendencias educativas se originaron a raíz de que las generaciones más recientes de estudiantes (nacidos a finales de la década de los ochentas) crecieron rodeados de las tecnologías digitales, de modo que sus vivencias, pensamientos, aprendizajes e interacciones pronto se adaptaron a esta clase de mediaciones. Sin duda, las cualidades de estas nuevas generaciones se diferenciaban en distintos niveles de las precedentes, de modo que la literatura sugirió distintos apelativos para referirse a ellas: estudiantes del nuevo milenio (NML) (Pedró, 2006), nativos digitales (McLester, 2007) o, incluso, homo zappiens (Veen, 2003) son algunos de los principales nominativos para una generación de aprendices sociales, interactivos, aptos para desarrollar tareas simultáneas y orientados a la obtención de resultados. Las características que unifican a los estudiantes del nuevo milenio obedecen a que, tanto sus formas de comunicación como sus vías de acceso al conocimiento, están intervenidas por los medios digitales; el aprendizaje, la comunicación y el entretenimiento son prueba de ello.

De esta forma, a la par que se transformaban las formas en que las nuevas generaciones interactuaban y obtenían información, distintos ámbitos de la cotidianidad mutaron para adaptarse a ellas. Uno de los aspectos cuyas variaciones resultaron más representativas en la era de la digitalización fue el sector educativo. Las modalidades en que los servicios escolares se ofrecían buscaron ampliarse e incorporar las tecnologías digitales para responder al cambio; no obstante, había un problema de fondo que estaba siendo obviado: la continuidad de las teorías del aprendizaje, pese al cambio de contexto. 

Hasta entonces, las teorías del aprendizaje que imperaban (conductismo, constructivismo) estaban centradas en aspectos que, aunque durante su implementación funcionaron, su eficiencia iba en declive. Esto propició una renovación en los postulados que rigen el aprendizaje en la era digital, hasta dar paso a una de las propuestas más relevantes respecto al cambio de paradigma educativo: el conectivismo

Siguiendo a George Siemens (2006), el conectivismo es una teoría que describe la forma en que el aprendizaje sucede en la era digital; bajo la premisa del exceso de información que se genera en el marco de la digitalización, se afirma que “el conocimiento fluye demasiado rápido para procesarlo o interpretarlo” (p. 33). El conectivismo reconoce la imposibilidad para consumir la totalidad del contenido generado de manera intermitente. Para lograr un mayor aprovechamiento, se desarrolla una estrategia en la que, en lugar de que el estudiante evalúe y procese cada elemento informativo, elabora una red, una arquitectura de nodos confiables (perfiles, plataformas, páginas de contenido) que, auxiliados por la tecnología, brindan al usuario un repositorio confiable de datos. Para el conectivismo el aprendizaje ocurre como un proceso de creación de redes, entendidas como estructuras externas de datos que diseñamos para obtener, experimentar, crear y vincular nuevos conocimientos de manera constante, al tiempo de que nos mantenemos actualizados de los fenómenos que ocurren a nivel global. Si de manera externa los nodos en nuestra red de datos son representados por perfiles, organizaciones, sitios web o libros; internamente, de manera análoga, esta red se traduce como estructuras mentales que se conectan y generan patrones de comprensión.

Para el conectivismo, el aprendizaje sucede en una ruta que contiene varias etapas:

  • Recepción y reconocimiento de la información: es necesario que quienes participan de la educación en una sociedad digitalizada cuenten con las habilidades básicas para adentrarse en la información; esto implica que, además de tener acceso a los recursos necesarios, posean las competencias que les permitan manipularlos. 
  • Creación de redes: una vez que los usuarios comienzan a percibir la información, activan su aprendizaje respecto a los recursos o herramientas que consumen. Es en esta etapa donde es relevante el tamizado de datos respecto a los criterios que han establecido previamente. 
  • Contribución e implicación: las personas se involucran con la información e inician un proceso de participación activa respecto a los datos ya existentes. Es pertinente mencionar en esta etapa el concepto de prosumidor (produsage), entendido como el usuario que transita en la red consumiendo y produciendo contenido de manera simultánea. El prosumidor colabora creando sus propios recursos y formando una relación recíproca con la red en que se encuentra inserto. Una vez que el usuario crea y comparte sus recursos, es reconocido como un nodo visible en su red. Su proceso de aprendizaje se vuelve más valioso, pues al colocar sus propios recursos en la red se vuelve propenso a la retroalimentación de otros usuarios. 
  • Distinción de patrones: al interactuar con la red, los usuarios la conocen paulatinamente, se vuelven competentes y reconocen patrones de búsqueda, criterios de calidad o valor de las fuentes. Distinguir patrones ayuda a participar de una dinámica ecológica de la red en que el consumo pasivo se transforma en contribución activa. 
  • Creación de significado: una vez que los usuarios son capaces de inmiscuirse en la información, es posible generar una práctica productiva y relacionada: un estar con el otro que implica comunidad y diálogo con otras perspectivas. La colaboración se vuelve activa en la construcción y recreación de una praxis que crea significado dentro de una red de aprendizaje.

A partir de este proceso, se lleva a cabo en los estudiantes del nuevo milenio un proceso cíclico de reflexión, experimentación y acción que les permite participar de una red de conocimientos desde una posición de espectador en la que evalúan los datos que resultan útiles de los que no lo son, hasta llegar a involucrarse como prosumidores. Según Siemens (2006), el conocimiento se materializa a través del ciclo de flujo del conocimiento que parte desde un contenido ya existente hacia la cocreación en tanto adición del conocimiento enriquecido desde una comunidad, hasta la difusión, personalización e implementación del contenido. Dentro del aprendizaje, la comprensión de las ideas se da una vez que el estudiante puede intervenir el contenido, cuestionar los puentes que lo unen a otras redes y desarrollar el contenido a partir de su ejercicio crítico y su imaginación.  

Es importante señalar que, en un contexto en donde la información se genera de manera desmesurada, pero no siempre se presenta de manera completa o consistente, los modos de aprendizaje diseñados para los estudiantes del nuevo milenio siguen una ruta que empieza en la búsqueda de información, pasa por un proceso de tamizado para seleccionar los datos relevantes y, finalmente, se sintetiza hacia los propósitos de su investigación.  Los tiempos en que una sola fuente era consignada como única y verdadera se desplazaron frente a la abundancia de información que propició la digitalización. Para enfrentar este y otros retos que plantea la sociedad digital, los estudiantes del nuevo milenio deben contar con una serie de habilidades que les garantice un desenvolvimiento óptimo; George Siemens (2006) propone las siguientes:

  • Capacidad de concentración: frente al abanico de distracciones que representa el constante flujo de información (papers, noticias, redes sociales) es importante desarrollar métodos para enfocarse en tareas respecto a un tiempo y espacio específico.
  • Trabajar en comunidad: la facultad de constituir redes no se reduce a la colaboración con fines laborales, se trata buscar interacciones que formen espacios sociales, de ser y aprender con el otro. La sociedad digital posibilita la creación de colectivos regidos por la cooperación y el apoyo mutuo sin las limitaciones espacio-temporales de la era industrial.
  • Pensamiento crítico y creativo: el acceso al conocimiento en el siglo XXI requiere que nos posicionemos desde aristas que, más que oponerse, se complementen. Criticidad y creatividad forman una dupla que dirigen hacia la innovación efectiva.  
  • Selección, evaluación y verificación de datos relevantes: entre el abundante flujo de documentos que circulan en la web es necesario  establecer criterios que nos permitan distinguir las fuentes que resultan valiosas y que se ajustan a los propósitos de nuestra búsqueda. Una vez seleccionados los datos, es necesario poseer habilidades que nos permitan evaluarlos en términos de relevancia, validez, calidad, etc. 
  • Contextualización: navegar entre una red amplia de información requiere la capacidad para situar datos y eventos dentro de una espacio-temporalidad específica, esto permite dimensionar sus impactos. La contextualización implica también poder crear nodos informativos entre repositorios, perfiles personales, herramientas digitales e ideas. 
  • Reconocer la incertidumbre: distinguir que existen eventos desconocidos es parte de la realidad actual, equilibrarlos con lo que ya sabemos y aventurar proyecciones es una de las tareas de mayor importancia.

Esta serie de habilidades, imprescindibles para los estudiantes del aprendizaje 2.0, ha sido considerada a partir del surgimiento del conectivismo, rumbo a la formación de lo que conocemos como comunidades de aprendizaje (Wenger et al., 2002). Las comunidades de aprendizaje están fundadas en el reconocimiento del otro como parte de la adquisición del conocimiento de cooperación y colaboración. Si bien en ocasiones se tiene la percepción de que la digitalización minimiza la calidad de la comunicación entre las personas, lo cierto es que una de las características fundamentales de los espacios sociales en que se genera el conocimiento en red es la cohesión grupal, sostenida por valores como la confianza, el respeto, la pertenencia y la satisfacción que genera el trabajo colaborativo y el reconocimiento del otro. Para los estudiantes estas comunidades representan una fuente de motivación. Pese a que se espera que las nuevas teorías del aprendizaje promuevan estudiantes autónomos y autodirigidos, esto no implica que desarrollarán sus conocimientos desde un espacio aislado, al contrario, el objetivo es que puedan conectarse, interactuar y colaborar de manera exitosa con sus pares en diferentes tareas y entornos.

Texto: Liliana Magdaleno Horta
Para conocer más información del tema, consulta el siguiente documento: https://library.fes.de/pdf-files/fes/12350.pdf