La familia como espacio clave en la construcción de la cultura de paz
Introducción
¡Qué bueno que sigues motivado(a) a continuar con el curso! Te doy la más cordial bienvenida a esta segunda clase en donde se abordará lo medular del curso, es decir, la familia como espacio clave en la construcción de la cultura de paz. Es importante reflexionar y tener claro que la familia, sobre todo las mamás, están en el corazón de una cultura de paz. Junto con los padres, son los primeros en cuidar y educar a sus hijos, por tanto, pueden contribuir a la prevención de conflictos y a la construcción de una paz duradera, siempre y cuando se reconozca este papel y estén capacitados, informados y apoyados.
En la búsqueda de paz, tanto al interior de cada persona como a nivel de la sociedad, la familia juega un rol esencial. Por ser la primera institución socializadora y formadora del individuo, la influencia de lo aprendido en el hogar incidirá a lo largo de la vida.
Con esta visión general del aporte de la familia en la construcción de una cultura de paz, estamos listos para empezar, sin más vueltas, comencemos la clase.
Desarrollo del tema
Gran parte de los expertos en el estudio de la familia, coinciden al afirmar que fomentar la educación y el cuidado de la primera infancia es la piedra angular de la construcción de una cultura de paz. En este sentido, con un mensaje contundente la Dra. Rima Salah, profesora del Centro de Estudios Infantiles de Yale y Ex-directora Ejecutiva Adjunta de UNICEF nos dice:
Si bien la dotación genética de un individuo es fundamental, la paternidad proporciona un legado que trasciende nuestros genes. La forma en que se alimenta y se cuida a un niño a temprana edad tiene un impacto directo en la estructura y función de su cerebro. Este nuevo conocimiento tiene importantes implicaciones para el futuro de millones de niños que viven en contextos frágiles alrededor del mundo, así como nuestra visión para la promoción de una cultura de paz y el mantenimiento de la paz en el mundo […] Este conocimiento también muestra la importancia de la crianza positiva y refuerza la evidencia de que la estimulación, el cuidado cariñoso, el apego, la vinculación y la creación de un entorno seguro y pacífico para los niños tienen una influencia positiva en el desarrollo cerebral de sus hijos y pueden ayudarlos a crecer armoniosamente.
(Mensaje pronunciado por la Dra. Rima Salah, el 4 de mayo de 2018, en la Conferencia Internacional sobre el papel de las madres para la paz, celebrada en Casablanca con motivo del Día Internacional de la Paz)
Lo mencionado nos hace comprender que la familia es un espacio vital de orden educativo, sus vivencias y prácticas cotidianas ocasionan una afectación permanente, bien sea en la identidad o en el sentido que cada integrante construirá de sí mismo, de otros y de su realidad social. Al interior de la familia se aprende observando y reproduciendo las conductas y actitudes que cada uno de sus miembros toma frente a las circunstancias de vida que los envuelvan. Por otra parte, las investigaciones científicas actuales muestran que la paz comienza en casa y que la educación para una cultura de paz empieza a una edad temprana.
La familia como agente central de la socialización
Los humanos nos construimos como seres sociales desde que nacemos hasta la muerte, crecemos dentro de un grupo de personas, en sociedad. En ese trayecto aprendemos a socializar, a relacionarnos, a convivir y a formar parte de un grupo; todo este proceso es importante y decisivo en la infancia. Es en esta edad cuando se comienza a interactuar con otras personas y se aprenden las reglas de comportamiento, es decir, las formas mediante las cuales la convivencia se puede llevar a cabo de manera pacífica y óptima para todos los integrantes del grupo social.
La familia, según Ares (2002), es un sistema de relaciones que supera aspectos de consanguinidad o la simple suma de integrantes; pasa a ser la unión de personas que comparten un proyecto de vida de existencia común, en el que se establecen fuertes sentimientos de pertenencia, intensas relaciones de intimidad, reciprocidad y dependencia, estableciéndose un compromiso personal entre los integrantes.
De este concepto puede derivarse que la familia es el primer agente socializador. Los primeros contactos del niño con el ambiente se dan a través de los padres y familia; estos son forjadores de conductas adaptativas que pueden ser positivas o negativas, según si las primeras experiencias son gratificantes o no (Flores Millán, 2011). Por tanto, es importante que al interior de la familia se genere un ambiente de convivencia con base en valores como el respeto, la solidaridad, la justicia, la comprensión, la paz y el amor.
La familia es el ejemplo a seguir del niño, a través de esta aprende acerca de la vida, la disciplina, la cultura, la actitud, los valores y la conducta; son los cimientos del carácter del individuo. Son factores que influyen en el aprendizaje de la conducta agresiva. Flores Millán (2011), mediante investigaciones llevadas a cabo, evidencia que el tipo de disciplina que una familia aplica al pequeño será la responsable de su conducta agresiva. En relación con esto, puede mencionarse la imitación como el instrumento de aprendizaje más frecuente en los niños y que incidirá en el aprendizaje futuro.
La familia se caracteriza por el gran potencial e incidencia que ejerce en la socialización y formación de los hijos, por ende, se le deben brindar herramientas posibilitadoras de una Cultura de Paz que tengan como finalidad disminuir y erradicar la violencia infantil, reconstruir el tejido social, promover habilidades para la vida, formar en los conceptos de paz, los derechos humanos y los valores, generando con ello una sana convivencia familiar.
La experiencia nos enseña que la vivencia ejemplar de los valores morales y sociales, característicos de una cultura de paz, potencializan la convivencia con la comunidad porque acercan a los sujetos fortaleciendo su entendimiento y además les permite conocerse y valorarse de manera práctica y crítica. Se genera así un aprendizaje social que se introyecta e integra a los hábitos, predisposiciones y conductas diarias; a la interrelación social con otros sujetos y familias; y a las formas y estilos con que se crean relaciones de reciprocidad, igualdad, servicio, colaboración, cuidado y ayuda.
¿La violencia se aprende? ¿Es parte de la socialización?
Los expertos en el tema coinciden en que la violencia se aprende y opinan que es una manifestación de poder en las diferentes esferas de la vida. La violencia, según Caireta Sampere y Barbeito Thonon (2005), es la actitud o comportamiento que lleva consigo una violación o privación al ser humano de una cosa que le es esencial como persona, ya sea integridad física, emocional, psicológica o moral, derechos o libertades.
Para Vinyamata (2014), la violencia es todo aquello que pueda perjudicar de una manera u otra a uno mismo, a otras personas o al entorno social o de la naturaleza. La violencia, sigue diciendo, se ejerce físicamente provocando heridas o la misma muerte; también se inflige limitando la libertad, atentando contra la dignidad e impidiendo el desarrollo integral de las personas o la satisfacción de sus necesidades. De esta manera, se ejerce psicológica, estructural y económicamente a través de la acción política y judicial o mediante cualquiera otra forma posible.
Es muy probable que la violencia surja cuando un individuo por confusión se concibe como una persona mala, esto por introyectar un mensaje de sometimiento y culpa difundido por otros individuos o grupos que tienen la intención de ejercer poder sobre otros, controlándolos y sometiéndolos. Esto puede originarse por falta de respeto, la no igualdad y la inequidad.
El conflicto antecede a la violencia y se concibe como negativo, por tanto, es algo que no se desea. Vinyamata (2014) lo define como una lucha, aquello con lo que se está en desacuerdo, algo no compatible, una aparente confrontación de intereses, percepciones o actitudes hostiles entre dos partes. Galtung (2003) lo considera inherente a las relaciones humanas.
Estudios realizados han demostrado que la primera reacción ante el conflicto es el miedo. ¿La razón? Se tiene la convicción de que las necesidades o deseos del otro impiden cubrir los propios, es por esto que surge el temor. El miedo propicia la violencia en forma de agresión y todo esto por ignorancia.
La violencia se transmite mediante las interacciones que se dan entre las personas y se fundamenta en antivalores, los cuales son aprendidos, compartidos y difundidos por naciones, grupos, familia o individuos con el fin de someter a otros y privarlos de sus derechos (Galtung, 2003). La violencia se aprende mayormente por imitación y tiene especial impacto al inicio de la vida. Los pequeños tienen un potencial muy grande para aprender de su ambiente. Son sensibles a lo que sucede fuera de sí mismos y mediante esta experiencia aprenden, adquieren y practican patrones de comportamiento y reacción.
Si los niños son expuestos a conductas violentas y, si esta situación se repite constantemente y es prolongada, se genera una predisposición a ser violento, esto es, se logra una normalización del estímulo y su imitación.
Existen argumentos en contra de la paz, aportando razones fundadas en el mito de que la violencia es parte de la estructura del ser humano, esto es contrastado por diversos estudiosos tales como Ahimsa, Gandhi, Merton, entre otros. El manifiesto de Sevilla (UNESCO, 1998) decreta que la violencia no forma parte de la naturaleza humana, sino que es aprendida, inventada y creada en la imaginación del hombre. De la misma manera que la violencia es creada, también puede ser creada la paz y puede ser aprendida (Gandhi, Merton, & Kurlansky, 2012).
Desafortunadamente, existen sociedades donde la violencia es la forma común de relacionarse; sin mucha conciencia, se permite que la violencia contamine las costumbres, tradiciones, lenguaje, ideología y creencias. Esto se conoce como violencia cultural. Este tipo de violencia se utiliza para tolerar o justificar el uso de la violencia en las relaciones entre personas en todos los niveles. Con ello se fortalecen antivalores como la falta de coherencia, honestidad y respeto, así como la inequidad y la no igualdad. Llega a concebirse como algo normal, el deber ser. Se llega a resultados nefastos como el de aceptar la violencia cultural como natural hasta llegar a concebirla como norma.
La familia tiene una responsabilidad seria ante el aprendizaje de la violencia, pues es el agente socializador más relevante y, con la utilización de la violencia cultural, se llegan a integrar movimientos y creencias sociales que son decisivas por arraigarse en los individuos como la aporofobia, el racismo, el clasismo, el elitismo, el machismo y la discriminación, todos ellos orientados a la normalización de los antivalores como estilos de relación, incluso la ciencia puede ser transmisora de violencia. Existieron en el pasado estudios científicos que confirmaban la superioridad de algunas razas y eran usados como justificante para la esclavitud y el asesinato de etnias o razas consideradas inferiores (UNESCO, 1989).
Ejemplos de lo dicho en los párrafos anteriores pueden constatarse en la cultura mexicana, por ejemplo, la tradición de pegarle a la piñata en las fiestas infantiles, la creencia de que “el no tranza no avanza” (la cual justifica el fraude, engaño y el robo como estilo de vida), la llamada picardía mexicana o albur (misma que justifica la falta de respeto), el machismo como expresión de la iniquidad, entre otros. La intención no es juzgar o condenar, sino ser conscientes de que la violencia permea la cultura, para lo cual se requiere educación, conocimiento y ser capaces de detectarla y transformarla.
Función de la familia como agente en la construcción de una cultura de paz
¿Por qué es necesaria la educación para la cultura de paz?
La educación para la cultura de paz es necesaria, ya que a través de ella se promueven los conocimientos, habilidades, actitudes y valores necesarios para promover cambios de comportamiento que permitan prevenir conflictos y violencia. Vivir en paz y en armonía con uno mismo, el entorno natural y el social es una necesidad de todo ser humano. Sin embargo, no todos logran esa tranquilidad, debido en gran parte a la ausencia de aspectos prácticos de la educación en valores, moral y para la cultura de paz. Es una tarea que deben asumir los padres, con la conciencia de que lo medular del desarrollo no inicia con los bienes, sino con las personas, su educación, la socialización, la cultura, la organización y la disciplina. En este contexto, la familia es la institución social por excelencia y, por tanto, debe incorporar a sus funciones la tarea de educar en la cultura de paz.
La familia juega un rol fundamental en el desarrollo de un entorno pacífico en la sociedad. Sus funciones incluyen los procesos de socialización a lo largo de la vida individual. En este sentido, la familia está comprometida con el desarrollo moral, social, espiritual, socioafectivo y cognitivo de sus hijos. Jean Piaget decía que el desarrollo moral depende del entorno del hogar y de la interacción entre los miembros de la familia porque el niño tiene fe en la ideología de los mayores y decide si algo está bien o mal sobre la base del castigo y la orientación a la obediencia por parte de los mayores. La disciplina moral y el afecto de la familia son decisivos en el desarrollo moral.
Durante la primera fase del proceso de socialización, la familia puede educar a sus hijos para la paz, dado que es la edad en que el niño es capaz de entender lo que está bien o mal, lo que es beneficioso para él o para la sociedad, lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer. Resulta necesario que la familia entienda la gran importancia de esta etapa para la socialización. En este sentido, es una responsabilidad fundamental de los padres el compartir puntos de vista, ideologías y experiencias con sus hijos, debido a que los hijos notan el comportamiento de los padres, la relación interpersonal entre esposo-esposa, hermano-hermana y otros miembros de la familia, de manera que el niño reacciona o responde en consecuencia.
Por su rol en la educación, formación, protección, salud y socialización, las familias se consideran como las células básicas de la sociedad. La familia, como institución reconocida en todos los sectores y ámbitos, tiene como función prioritaria brindar apoyo desde el nacimiento hasta el final de la vida, educando y protegiendo a los integrantes más vulnerables.
La integración, seguridad, estabilidad y solidaridad al interior de las familias son esenciales y claves para el desarrollo armónico y equilibrado del ser humano. Este papel, como ya se dijo, es crucial durante los primeros tres años de vida de los niños, dado que con ello se asegura el desarrollo emocional, cognoscitivo, físico, trascendente y social. Experiencias y estudios llevados a cabo demuestran que los modelos, valores, normas, roles y habilidades se aprenden y afianzan durante la infancia al igual que el manejo y resolución de conflictos, las habilidades sociales y adaptativas, entre otras.
Tsabary (2014) alude a que a través del aprendizaje por observación y por el discurso de los padres los niños forman su identidad y autoconcepto, así como sus cualidades y características. Se autodefinen con base en la información que les proporcionan sus padres, forman sus creencias, su personalidad y su forma de percibir el mundo y de relacionarse con los demás.
La familia es un lugar de cercanía emocional del que se espera mucho. El niño quiere ser comprendido, reconocido y respetado en su singularidad. Es muy común que, al lado de sus hermanos, quiera ser el más visto, el más querido, el más apoyado, por eso crecemos con ese sentimiento y desafortunadamente “el sufrimiento viene de lo que no ha sucedido”. (Winnicott).
Otra de las funciones de la familia respecto a la cultura de paz es aprovechar los canales de comunicación familiares ya existentes entre padres e hijos y entre hermanos para transmitir el mensaje y lograr su inserción de que la cultura de paz es posible y favorece a los integrantes de la familia, posibilitando su comunicación y fortaleciendo una convivencia pacífica y la solución de conflictos sin el uso de la violencia.
Así mismo, educar en valores es tarea fundamental de la familia, teniendo como finalidad la formación de un autoconcepto funcional y sano (ONU, 1989). Cuando se logra interiorizar los valores como la honestidad, el respeto y la tolerancia se hacen parte de la persona, ayudándole a autodefinirse y facilitando su relación con los demás. Cuando el comportamiento de la persona se fundamenta en valores, las relaciones consigo mismo y con los demás se tornan saludables. Por el contrario, cuando la persona actúa fundamentada en antivalores y estos son interiorizados, su conducta varía, generando interacciones poco saludables e, incluso, destructivas y hasta violentas (un ejemplo es el bullying). Diversos estudiosos coinciden en afirmar que cuando el cuidado, educación y formación moral de los hijos se les asigna a personas que no forman parte del núcleo familiar, la formación en valores puede ser deficiente, incompleta o inexistente.
Puede evaluarse qué tanto se comprometen las familias en proporcionar una adecuada formación en valores; basta con observar nuestro entorno y de inmediato nos damos cuenta de que una muestra del déficit en la educación en valores es el aumento del uso de la violencia como forma de relación entre menores. Por ejemplo, el denominado bullying ha aumentado de manera significativa y actualmente alcanza consecuencias mortales en diferentes países; otro ejemplo, las redes sociales son un gran potencial de comunicación, pero desafortunadamente se utilizan para difundir mensajes que proyectan, promueven y hacen de la violencia algo normal en las relaciones humanas, entre pares y con personas que desempeñan puestos de dirección. El debilitamiento y crisis en valores tiene como principal resultado la naturalización de la violencia.
El tiempo que los padres pasan con sus hijos es cada vez menor en comparación con generaciones anteriores. Existen razones que explican este hecho, los papás trabajan más horas fuera de casa, por lo que los hijos aprovechan este tiempo para conectarse y acceder a medios de comunicación que difunden o promueven la violencia y los antivalores. El tiempo de convivencia padre e hijo se encuentra sobreestimulado visual y auditivamente, ante esto los padres utilizan estrategias de disciplina basadas en la violencia, las cuales son aprendidas por vivencia propia o imitación y son justificadas y legitimadas por la violencia cultural. En este sentido, el hijo asimila el aprendizaje de que la violencia es una forma de relacionarse con uno mismo y con los demás.
El debilitamiento de la práctica de los valores se manifiesta en todos los ámbitos de la vida de la persona, cuando se palpa a nivel estructural ya es grave, pues al adherirse a la estructura social empieza a verse como algo normal, como una forma de entretenimiento que se usa para faltar al respeto mediante la burla, la exhibición, el machismo y el sexismo. La violencia verbal se asume como normal en la comunicación, minimizando su significado con base en el antivalor del no respeto. Esto se institucionaliza y se configura como violencia cultural que integra la religión, ideología, doctrinas, lenguaje, artes, ciencias empíricas y formales, posible de ser usada para legitimar la violencia directa o estructural.
Visto y analizado este escenario, pareciera que transformarlo es casi imposible; aunque la violencia cultural pareciera invadirlo todo, aún queda la posibilidad de modificarlo bajo la idea de que la paz se aprende de la misma forma que la violencia. Por tanto, se cuenta con la posibilidad de ir haciendo pequeños cambios, a través de la educación de las personas. Si se tiene consciencia de que el individuo puede influenciar a la sociedad de la misma manera en que esta afecta al individuo, podemos empezar por conocer la influencia entre los niveles macro y micro en el aprendizaje de las manifestaciones de la Cultura de la Paz y la violencia cultural.
La imagen describe la bilateralidad que existe entre la enseñanza-aprendizaje de la paz y la violencia. Al observar la imagen, se deduce que la influencia es mutua, por tal razón, tanto la paz como la violencia pueden ser aprendidas y la principal institución de educación en este aspecto es la familia.
La familia está hecha estructuralmente para formar a sus miembros. Por estar constituida como grupo de personas, los que la integran tienen también el potencial de transformar a la familia en conjunto, esto significa que la influencia es mutua. Por ejemplo, si yo, Mary, miembro de la familia “X” descubro que siempre reaccionó con violencia, puede cuestionar el origen de mi conducta y las creencias o ideas que la motivan y, por ende, llegar a cambiarlas. Esto es posible si asumo con responsabilidad y acepto mis acciones y sus consecuencias, en esta reflexión y análisis debo llegar a las causas que están generando tal o cual conducta y descubrir que hay otras maneras, que la violencia no es la única forma de vida y que se requiere de educación en el conflicto, en la violencia, en la paz.
Cambiar conductas no es sencillo, pero hay que desmitificar la creencia de que el cambio al ser difícil es imposible y que, por tanto, no vale la pena intentarlo y esforzarse. Una manera de enfrentar los obstáculos es estar convencido de que la paz es posible y nos aporta una serie de ventajas en los diferentes niveles, así como comprender que la educación en valores es el fundamento de la transformación del pensamiento, del cambio de paradigmas, de la transformación social y familiar. Desde esta dimensión, la educación se presenta como la mejor plataforma desde donde se puede lograr el cambio de paradigma social.
Al respecto, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ONU, 1966) se establece que la educación debe dirigirse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre y debe favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre individuos y naciones.
Gandhi (2012), al establecer sus principios de la no-violencia, afirma que el hombre por naturaleza tiende a la paz, la justicia, el orden, la libertad y la dignidad personal; declara que la no-violencia puede ser aprendida. Relacionado con esto, la UNESCO (1989) afirma que es científicamente posible aprender y educar en la Cultura de Paz; sostiene que la cultura humana nos hace competentes para moldear y transformar la naturaleza de una generación a otra, la razón es que no estamos determinados, sino influenciados por la cultura en la que se crece, sin embargo, se puede aprender a ser responsable de los propios actos.
Si los padres asumen con responsabilidad su función de educar en la Cultura de Paz, es necesario que utilicen como estrategia la educación, ya que esta es el medio adecuado para lograr el objetivo. Fundamentado en esta realidad, Malala Yousafzai (2013) apunta que cada niño y niña es capaz de cambiar el mundo y que lo que requiere para ello es una oportunidad, educación para lograrlo. Finalmente, Menchu Tum (2012) establece que la forma concreta para transformar los modelos, estilos y paradigmas sociales es a través de la educación en valores que tenga como fin la convivencia social.
Conclusión
Tu esfuerzo es vital, has llegado al final de la segunda clase. ¡Felicidades! Para afianzar lo reflexionado en la segunda sesión de nuestro curso, se mencionan como ideas fundamentales y a manera de conclusión las siguientes:
- La experiencia en la relación y convivencia familiar nos enseña que la educación en valores, en la paz y en la justicia son fundamentales en la dignidad humana. En ese sentido, si se quiere transitar hacia un cambio social y cultural, la educación en la familia es vital para lograrlo. Si las familias optan por la violencia, esta se proyectará en los comportamientos sociales y culturales de sus miembros.
- No se puede perder de vista que la función socializadora de la familia es clave en la formación de una cultura de paz. Se posibilitará, sin duda, la Cultura de Paz si desde la primera infancia se fortalece la capacidad creativa e innovadora para transformar y enfrentar los conflictos familiares, comunitarios y sociales, potencializando el desarrollo humano como una pedagogía orientada a la convicción de reconocer a los niños como sujetos capaces de pensar y actuar desde el afecto, el cuidado de sí mismo y del otro.
- Para transitar hacia una Cultura de Paz se requiere de la educación como herramienta que impulse el cambio de paradigmas. Con la formación y convicción de los padres como transmisores de una cultura de paz a sus hijos, se fortalecerá un cambio en las relaciones padres e hijos. Solo mediante acciones muy concretas se puede trascender la violencia y encontrar la paz. Al respecto, SS Dalai Lama decía que la paz no se logra a través de intenciones u oraciones, la paz se logra con acción. La fuerza de la acción para disminuir y erradicar la violencia comienza en casa, introyectando la Cultura de Paz a la familia. Es posible lograr cambios sustanciales en lo social y cultural, a corto, mediano y largo plazo.
Estoy contenta por tu dedicación, recuerda que con autodisciplina todo se puede lograr. Para terminar, solo falta que realices y envíes la tarea asignada. Adelante, llegarás muy lejos.
Fuentes de información
- Arés, P. (2002). Psicología de la familia: una aproximación a su estudio. Editorial Félix Varela.
- Caireta Sampere, M., & Barbeito Thonon, C. (2005). Introducción de conceptos: paz, violencia, conflicto. Escola de Cultura de Pau.
- Flores Millán, L. (2011). Análisis de una problemática educativa: conducta agresiva en niños de preescolar. Editorial Gredos.
- Galtung, J. (2003). Violencia cultural. Gernika Gorgoratuz.
- Gandhi, M. K., Merton, T. & Kurlansky, M. (2012). Gandhi on Non-Violence. New Directions.
- Hinojosa García, M. B. & Vázquez Gutiérrez, R. L. (24 de julio de 2018). La familia como elemento mediador entre la Cultura de la Paz y la violencia cultural. En Justicia (34), pp. 405-455. Recuperado de: http://www.scielo.org.co/pdf/just/n34/0124-7441-just-34-00434.pdf
- Lama, D. (2012). Foreword. In M. Kurlansky, Non-Violence. The history of a dangerous idea. Modern Library.
- Menchú Tum, R. (2012). La interculturalidad como utopía. Instituto de Estudios Indígenas. Recuperado de: http://200.10.23.169/trabajados/menchu.pdf
- Organización de las Naciones Unidas. (1966). Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. ONU.
- Ortega Cubas, P. (2015). La cultura de paz va a la escuela. Manual operativo teórico-práctico para el maestro de primaria. Amazon Digital Services.
- Salah, R. (4 de mayo de 2018). Papel de las madres para la paz. [Discurso principal]. Conferencia Internacional en el Día Internacional de la Paz. Casa Blanca.
- Tsabary, S. (2014). The Conscious Parent. Yellow Kite.
- UNESCO (1989). El Manifiesto de Sevilla sobre la Violencia: Preparar el terreno para la construcción de la paz. UNESCO. Sevilla: UNESCO.