Clase digital 3. Capacidades humanas familiares y prácticas para la construcción de una cultura de paz

Capacidades humanas familiares y prácticas para la construcción de una cultura de paz

Introducción

¡Hola de nuevo! Te doy la bienvenida a la tercera clase del curso La cultura de paz en la familia. En ella se tratarán más directamente las capacidades y cualidades que requieren fomentar las familias para la construcción de una cultura de paz. Las familias, como ya se dijo, por ser agentes y transmisores de cultura deben contar con un conjunto de actitudes, sistemas de valores y prioridades sociales que manifiesten sus atributos como familia y los atributos culturales de la sociedad. Solo así podrán contribuir a la formación de personas humanas. 

Las personas humanas, como se describe más adelante, se desarrollan en un ambiente en el que son tratadas con dignidad y sensibilidad por una familia que manifiesta el mismo respeto por la dignidad humana de todos y sensibilidad por las diversas cualidades y capacidades personales de todos sus miembros. El énfasis en la observación práctica de la dignidad humana universal en la familia y en el aula es el preámbulo de la acción ciudadana para realizar la dignidad humana en toda la sociedad. 

En esta sesión se tratará de identificar la manera en que la familia, como grupo responsable de la socialización primaria, desarrolla capacidades afectivas, comunicativas, éticas y prácticas favorables para la construcción de paz cotidiana.

Al tener una idea general de lo esencial de esta tercera sesión, estás listo para empezar.

Desarrollo del tema

Aprender a ser humanos es el resultado de una adecuada socialización y educación de toda la persona y, en el caso de la educación para una cultura de paz, exige la formación de personas sensibles a la no violencia, esto es, «personas humanas». 

Las capacidades humanas familiares no son más que un conjunto de la gama mucho más amplia de capacidades humanas que se llevan a cabo cuando se piensa en preparar a las personas para que sean hacedoras de la base misma de la paz (una cultura de paz); son personas comprometidas y capaces de vislumbrar, diseñar y construir alternativas a la actual cultura de violencia. Esto significa que la finalidad central de toda secuencia socializadora y educativa debe ser la crianza de personas humanas y pacíficas. La formación de tales personas es sentar las bases humanas de la cultura transformada. Muchos de los grandes esquemas de transformación social o política han basado su viabilidad en la formación de un nuevo ciudadano. En consecuencia, el objetivo primordial de la educación para una cultura de paz es la formación de personas humanas y pacíficas.

Este estilo de personas fue bien identificado y descrito por el anterior Director General de la UNESCO cuando abogó por enseñarle a nuestros niños y jóvenes a ser personas con un sentido de apertura y comprensión hacia otras personas, sus diversas culturas e historias y su fundamental humanidad compartida; a que comprendan la importancia de rechazar la violencia y adoptar medios pacíficos para resolver desacuerdos y conflictos; a que manifiesten sentimientos de altruismo, apertura y respeto hacia los demás, solidaridad y participación basada en un sentido de seguridad en la propia identidad y en la capacidad de reconocer las múltiples dimensiones del ser humano en diferentes contextos culturales y sociales (Federico Mayor, Prefacio a Betty A. Reardon, Tolerance – The Threshold of Peace, París, publicación de la UNESCO, 1997).

En la Declaración Universal de Derechos Humanos encontramos una visión de lo que se considera ser persona humana. Articula la base filosófica de una creencia en la humanidad y la igualdad de todas las personas humanas. En la sección 3, en el artículo 1º, dice: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia y deben actuar el uno con el otro en un espíritu de hermandad”. El artículo 2º declara: “Toda persona tiene todos los derechos y libertades consagrados en esta Declaración, sin distinción de ningún tipo, raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otro tipo, origen nacional o social, propiedad, nacimiento u otro estado”.

Imagen 1. Todos los seres humanos nacen libres, iguales y con derechos.

Para hacer realidad el contenido filosófico de estos artículos y ser persona humana, se requiere una educación e inculturación que reconozcan su esencialidad para el bienestar humano y una sociedad pacífica. Además, debe reconocerse que la premisa del primer artículo determina la promulgación del segundo. La educación para una cultura de paz debe enfatizar el desarrollo de la capacidad de razonar, el ejercicio de la conciencia y la manifestación de un espíritu de parentesco humano. Debe cultivar el conocimiento de lo que constituye la justicia y los derechos que han sido identificados como portadores de la justicia. La educación en derechos humanos es, por tanto, un camino eficaz para el desarrollo de la humanidad de las personas y de sus sociedades.

Al inicio del desarrollo de esta sesión se definió lo que se entiende por capacidades humanas familiares, razón por la que aquí sólo se conceptualizará lo que es una potencia. Desde la perspectiva de este tema, la potencia se refiere a la posibilidad permanente que tienen las personas, en este caso las familias, para realizar algo. Recuérdese que, para Aristóteles (1978-980 a.C.), la potencia es un principio metafísico de aquello que es contrario a lo imposible. Para fines de esta clase la potencia es la capacidad transformadora. Las familias tienen la posibilidad de impulsar proyectos, de actuar para lograr sus metas y objetivos de trascendencia. Las potencias familiares son las capacidades que impulsan a las familias a impulsar proyectos que les permitan mejorar y ampliar sus condiciones de vida. Estas se manifiestan o expresan en sentidos y en acciones intencionadas sobre sus propias vidas. 

Algunas potencias que se han identificado, por la experiencia y el estudio, son:

a. Capacidades o potencias de relación y comunicación interactiva

Por la convivencia diaria se constata que la calidad de vida humana depende en gran medida de las relaciones humanas; las relaciones personales cotidianas con familiares o amigos; las relaciones sociales con aquellos que comparten nuestro género y nacionalidad; nuestros vecinos, colegas, grupos de amigos, compañeros de trabajo y de escuela; también aquellos miembros de las asociaciones donde militamos y a las que pertenecemos.

Nuestro ambiente está formado por nosotros mismos y otros familiares y extraños, nuestros comportamientos, actitudes, conductas afectan a aquellos con quienes pasamos nuestros días y, a la vez, afectan nuestras propias vidas.

La comunicación familiar es fundamental para construirse a sí misma. Hace referencia al proceso interactivo, simbólico, permanente y transaccional en un contexto histórico y en el que la familia crea significados para guiar su vida. 

La comunicación incluye todo tipo de mensajes tanto verbales como no verbales, percepciones, sentimientos, emociones y cogniciones de los miembros del grupo familiar y del contexto. Este tipo de competencia o potencia constituye la capacidad de las familias de crear significados para dar forma a sus relaciones y transformar sus conflictos. Esta potencia es fundamental para construir la paz porque potencializa en la familia un espacio vital para educar personas que reconozcan la violencia como una construcción social que es aprendida y que puede ser transformada. Esto motiva a crear nuevas formas de relación, sustentadas en la comunicación como una vivencia interactiva. El siguiente es un testimonio de un joven:   

Mi familia me ha enseñado a relacionarme con los demás. Es con mis papás y mis hermanos que he aprendido a ser una persona que se sabe comunicar y que respete a los demás. Yo entendí con este trabajo que en la vida familiar lo más importante es que tenemos la capacidad de comunicarnos y de allí parte todo para poder arreglar los problemas sin peleas, sin hacer daño. (cp. 21)

Dentro de estas capacidades se incluye la cooperación, complementariedad y mejora mutua. Para lograr una relación, comunicación e interacción asertiva, se requiere de estas capacidades: 

Diagrama 1. Habilidades para una comunicación asertiva en la familia.

b. Capacidad o potencia del afecto

El afecto positivo (AP) se refiere a una dimensión en la que los niveles altos se caracterizan por alta energía, concentración completa y agradable dedicación, mientras que el bajo afecto positivo se caracteriza por la tristeza y el letargo (Watson, Clark y Tellegen, 1988). Es otra competencia que la familia debe promover como condición para una cultura de paz. Testimonio de un joven respecto a esta potencia: 

Encontré que la potencia de mi familia es el afecto (ab. 22)

Cuando entendí que no solo tenemos problemas, sino que también podemos actuar y que de hecho lo hacemos, comprendí que uno tiene muchas potencialidades que a veces no ve. (ab. 14)

c. Potencia narrativa

Esta potencia alude a la capacidad de las familias de crearse y desarrollarse mediante las historias y narraciones de sí mismas. Este tipo de potencia integra y cohesiona: la historia del contexto del cual forjan, heredan y aprenden sentidos, prácticas, normas, valores y costumbres; y la historia del grupo que se desarrolla en las interacciones de acuerdo a sus necesidades y capacidades y mediante la cual crean su micro cultura. Esto es aprovechado por las familias para crear su identidad grupal y su historia familiar para unirse a una comunidad de sentido más amplio. Este es el testimonio de un joven respecto a esta potencia:  

No es que sea fácil hablar de la historia de la familia de uno, porque hay muchas cosas que uno no acepta, pero creo que en la historia de la familia uno puede ver lo importante que es para uno. (ab. 30)

Escribir sobre la vida propia es muy complicado, pero vale la pena porque uno termina viendo cosas que no había visto y al final eso ayuda no solo a valorar, sino a actuar de otra forma; también me gustó escribir de mi familia porque luego me di cuenta, cuando les preguntaba cosas a ellos, que, aunque somos de la misma familia cada uno la ve diferente, la siente distinto. (ab. 8)

Este tipo de potencia resulta valiosa para la construcción de la paz porque permite que las familias investiguen maneras de comprender su historia para encontrar posibilidades que no se habían visto, ya que no hacían parte de sus narraciones sobre sus relaciones familiares.

Imagen 2. La narración de la historia familiar forja la identidad ya que muchas veces se heredan prácticas, normas, valores y costumbres.

d. Capacidades del cuidado y la esperanza

Las dos capacidades fundamentales para el surgimiento de una cultura de paz son el cuidado y la esperanza. Si no se tiene la capacidad o potencia de cuidar de la tierra, de cuidar de los demás y de las generaciones futuras, tal cultura nunca podrá existir. La cultura de paz es esencialmente una cultura del cuidado. Si bien la mayor parte del cuidado se lleva a cabo en el ámbito privado del hogar y la familia, incluso en el ámbito público de los servicios sociales para los pobres, los ancianos, los niños y los enfermos, el trabajo de cuidado lo realizan principalmente las mujeres. Con la excepción de la lactancia materna, no hay ninguna razón biológica para esta «división del trabajo». 

Es la consecuencia de la práctica cultural y la organización social. Se aprenden las artes y habilidades del cuidado. Es una capacidad humana que reside tanto en los hombres como en las mujeres. El cuidado es una capacidad que se puede desarrollar en todos. Si queremos desarrollar una cultura solidaria, todos deben desarrollar esta capacidad en la medida en que cada uno sea capaz.

La esperanza es potencia esencial, ya que permite creer en la posibilidad de un cambio positivo, es la capacidad que sostiene al ser humano a través de las largas y arduas luchas que debe librar continuamente para realizar su humanidad y humanizar la sociedad. La esperanza es la capacidad a partir de la cual hombres y mujeres pueden formar asociaciones de trabajo tan esenciales para imaginar y hacer realidad una cultura de paz. La esperanza puede ser provocada y desarrollada mediante la práctica de las habilidades de visualizar, imaginar y modelar. Tanto el cuidado como la esperanza deben incluirse en la generación de una cultura de la paz en la familia. 

e. Habilidades sociales

Las habilidades sociales forman parte de la socialización que la familia inicia en el hogar. A través de estas, se pueden realizar las transformaciones solicitadas en la Declaración y el Programa de Acción de las Naciones Unidas sobre una Cultura de Paz.

Los tres conjuntos de habilidades esenciales para la vida en una cultura de paz son: 

Prácticas en la familia para la construcción de una cultura de paz 

¿Qué es una práctica familiar para la construcción de una cultura de paz? Las prácticas familiares se entienden como las actividades cotidianas que se llevan a cabo en la familia que manifiestan su potencial de actuar, para favorecer la relación de sus miembros con el contexto y entre sí, y cuya finalidad es crear, proyectar y transformar sus relaciones mediante el diálogo, la educación y la potencialización de habilidades comunicativas, afectivas, cognoscitivas, entre otras. Fried-Schnitman (2011) se refiere a la práctica familiar como aquella que es capaz de generar condiciones de paz manifestadas en un emprendimiento creativo en el que las innovaciones pueden construirse, reconociendo y valorando situaciones, capacidades, recursos, diferencias, oportunidades y posibilidades de acción hacia el cambio o el fortalecimiento de sus relaciones.

En un estudio científico de tipo cualitativo realizado por Jhoana Alexandra Patiño-López en Colombia (2017), se identifican determinadas prácticas familiares favorables que pueden aportar a la construcción de una cultura de paz, vista como una forma de vida en la familia que busca desarrollar la libertad, el respeto a los derechos humanos, la inclusión moral y la realización de sus integrantes, según sus capacidades y necesidades. Estas prácticas son:

Diagrama 2. Prácticas familiares de Paz.

Conclusión

La construcción de la paz como una práctica social que se da a partir de las interacciones entre actores en distintos escenarios requiere:

  • Comprender que la familia es un escenario de formación necesario en la construcción de cultura de paz y posibilitadora de habilidades y potencialidades para lograrla. 
  • Reconocer a las familias como agentes centrales en los procesos de construcción de paz desde la vida cotidiana. El testimonio familiar puede favorecer la formación de personas capaces de participar en la toma de decisiones sociales, la solución de conflictos, la comunicación, así como las prácticas que se realizan en lo cotidiano. 
  • Formar potenciales éticos, comunicativos, afectivos y creativos en las familias, mediante prácticas socializadoras que expresen formas de significar y hacer la paz. Esto es necesario porque históricamente se ha desdeñado la vida familiar como fuente de paz.

Has terminado la tercera clase, ¿qué te pareció? Sólo te falta pasar a realizar la actividad correspondiente. ¡Vas muy bien, sigue así! Te espero en la siguiente clase.

Fuentes de información

  • Convention on the Elimination of All Forms of Discrimination against Women (CEDAW). Recuperado de: http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/e1cedaw.htm4 
  • Universal Declaration of Human Rights. Disponible en: http://www.unhchr.ch/udhr/index.htm3 
  • Aristóteles (1978-980a). Metafísica. Porrúa.
  • Comisión Nacional sobre la Educación para el Siglo XXI. (1996). Learning: The Treasure Within [report to UNESCO of the International Commission on Education for the Twenty-first Century (highlights)]. UNESCO Publishing. Disponible en: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000109590 
  • Fried-Schnitman, D. (2011). Afrontamiento generativo de crisis y conflictos en organizaciones. En Persona, (014), pp. 11-40.
  • Patiño-López, J. A. (2017). Prácticas familiares de paz: un acercamiento a las narrativas de jóvenes universitarios. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 15 (2), pp. 1207-1222. DOI: 10.11600/1692715x.1522824022017
  • Reardon, B. A. (1987). Excellence in Education through Peacemaking. The Journal of Global Education. En Breakthrough, Spring/Summer Reardon, Comprehensive Peace Education, pp. 616, N.Y., Teachers College Press, 1988 [out print]). Disponible en: http://www.haguepeace.org (click on Global Campaign for Peace Education).
  • ____________ (2001). Education for a culture of peace in a gender perspective. The Teacher’s Library, UNESCO Publishing. Disponible en: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000124850
  • UNESCO. (1995). Statement on Women’s Contribution to a Culture of Peace. Fourth World Conference on Women, Beijing, China. Recuperado de: http://www.unesco.org/cpp/uk/declarations/wcpbei.htm  
  • UNESCO. (2000). Declaration and Programme of Action of the Decade for Culture of Peaceand Nonviolence for the Children of the World. Recuperado de: http://www.unesco.org/cpp/uk/declarations/2000.htm5  
  • Watson, D., Clark, L.A. y Tellegen, A. (1988). Development and validation of brief measures of positive and negativeaffect: the PANAS scales. Journal of Personality and Social Psychology, 54, pp. 1063-1070.