Clase digital 3. La independencia de México y el Primer Imperio Mexicano

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La independencia de México y el Primer Imperio Mexicano

Introducción

¿Qué tal? Te doy la bienvenida a la clase digital número 3, esperando que el aprendizaje que has logrado hasta este momento esté siendo verdaderamente enriquecedor y esté generando impacto en tu formación tanto académica como personal.

En la presente clase exploraremos el proceso de independencia de la Nueva España o de la América española, periodo que abarca de 1810 a 1821; fueron once años de lucha que terminaron con la declaración de independencia de lo que años después serían los Estados Unidos Mexicanos. Así mismo, abordaremos el Primer Imperio Mexicano que fue la primera estructura política del México independiente.

La independencia de nuestro país es un tema que ha dado pie a muchos mitos, héroes, villanos, traidores, justicieros. Sin embargo, la invitación en esta clase para ti consiste en que aprendamos este proceso emancipador en su justa dimensión; es decir, un proceso que podríamos dividir en cuatro etapas, todas ellas con sus particularidades y personajes característicos. 

  • La primera etapa del grito emancipador que terminó con la muerte de los primeros caudillos: Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez. 
  • La segunda etapa, comandada por José María Morelos y Pavón y que culminó con su arresto y ejecución. 
  • La tercera etapa, caracterizada por la participación de Francisco Javier Mina y Pedro Moreno, quienes mantuvieron la lucha por la independencia. 
  • La cuarta etapa, cuando Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero decidieron consumar la independencia.

Vamos a conocer y analizar el primer gobierno que se estableció una vez declarada la independencia de la Nueva España. Adicionalmente, veremos por qué se creó un imperio mexicano, por qué este imperio no se consolidó como forma de gobierno, así como qué hubo detrás o qué estuvo mal desde el principio para que esta primera forma de gobierno independiente no se consolidara y no pudiera sentar las bases de la nueva nación.

Obviamente, el líder o el personaje en el aparador de este momento fue Agustín de Iturbide, y de alguna manera el responsable de los resultados, aunque de ahí a llamarlo traidor a la patria hay un gran salto, tendríamos que investigar un poco más para poder llegar a esa sentencia. Una interesante de esta clase es que irán apareciendo personajes que serán claves en la política mexicana de los años posteriores tanto del bando ex-insurgente como del bando ex-realista.

Espero que disfrutes esta clase digital, que resulte enriquecedora para ti y que tu experiencia de aprendizaje sea grata y fructífera. Recuerda que puedes ampliar tus conocimientos sobre el tema investigando más sobre el mismo en diversas fuentes de información tanto convencionales como electrónicas.

Desarrollo del tema

La Independencia

1.- Antecedentes

Antes de la guerra de Independencia, la Nueva España estaba dividida en 12 intendencias: México, Guadalajara, Puebla, Veracruz, Mérida, Oaxaca, Guanajuato, Valladolid, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango y Arizpe. El número de habitantes podría haber estado por arriba de los seis millones. Aproximadamente el 20% de estos habitantes eran blancos, españoles y criollos, el 50 a 55% eran indígenas y el resto porcentual eran mezclados, sobre todo mestizos. (Kahle, 1997). 

La situación que prevalecía en la Nueva España en vísperas de la revolución armada de 1810 era de aparente calma, con cada clase ocupando su lugar, sin embargo, existían descontentos por la desigualdad que imperaba en el virreinato. Los criollos, que tenían poder económico, ocupaban, si no altos mandos como los peninsulares, sí puestos importantes y de gran influencia en la administración, en el ejército y en la iglesia, por lo que podrían representar un problema en la estabilidad del virreinato. Igualmente, existían también criollos estudiados, influidos por las ideas de la ilustración y la independencia de las colonias norteamericanas. En consecuencia, poco a poco apelaban al derecho de gobernarse a sí mismos.

En julio de 1808 se recibió en la Nueva España la noticia de que Napoleón había obligado a Fernando VII a abandonar el trono. Esta noticia dividió aún más las esferas de poder. Por un lado, estaba el cabildo de México, representado por un grupo de criollos ricos de gran influencia que, aunque habían jurado lealtad a Fernando VII, no descartaron la posibilidad de que el poder regresara al pueblo después de la abdicación de éste (Kahle, 1997). Mientras que, por otro lado, estaba la audiencia de México detrás de la cual estaban los círculos conservadores que mostraban renuencia ante cualquier signo de pensamiento separatista, aludiendo a la idea de que el virreinato tendría que permanecer intacto en su estructura, a fin de mantener a salvo la Corona española.

Ante tales contrariedades el virrey José de Iturrigaray no mostró gran interés, más bien mantuvo reserva ante la situación, cosa que propinó el descontento de los conservadores que, decididos a no dejar el poder en manos de los mexicanos, dieron el primer golpe de Estado de nuestra historia el 15 de septiembre de 1808, encabezados por Gabriel de Yermo. En este hecho, se aprehendió al virrey y a su familia y se les depuso (en su lugar quedó el mariscal de campo Pedro Garibay); así mismo, se aprisionó a los miembros del ayuntamiento, entre los que se encontraban Francisco Primo de Verdad y fray Melchor de Talamantes (De la Torre, 1995).

2.- Conspiraciones y Grito de Independencia (Primera etapa)

En 1809 se sabía que en algunas ciudades se conspiraba abiertamente; militares como el capitán del regimiento provincial de dragones de la reina, Ignacio Allende y otros, realizaban viajes por diversas regiones, adherían fuerzas, elaboraban planes y esperaban el momento de actuar (De la Torre, 1995).

Se logró contener en sus inicios una importante conspiración en Valladolid (hoy Morelia) en septiembre de 1810, sin embargo, se descubrió una de las conspiraciones más importantes en la historia de México: la de Querétaro. Enseguida se mandó a apresar a todos los involucrados. A pesar de esto, la esposa de Miguel Domínguez (corregidor de Querétaro), Doña Josefa Ortiz de Domínguez, logró enviar un mensaje por medio del capitán Juan Aldama, —al que acompañaba el alcalde de Querétaro, Ignacio Pérez— al cura Miguel Hidalgo en donde le explicaba lo acaecido. 

Al grupo rebelde encabezado por Hidalgo no le quedó más alternativa que lanzarse a las armas esa misma noche. En ese momento se contaba con treinta y seis hombres de la milicia comandados por Mariano Abasolo y con más de quinientos hombres al mando de Ignacio Allende (De la Torre, 1995) y, para engrosar las filas insurgentes, se contaba con el carisma e influencia que tenía el cura Hidalgo con sus feligreses para animarles a unirse al movimiento. 

Enseguida de dar el grito de guerra en contra del gobierno y los españoles, se apresó a los vecinos españoles de Dolores y se liberó a los presos. En Atotonilco, Hidalgo tomó del santuario, una imagen de la Virgen de Guadalupe que sirvió de estandarte para la tropa (Mota, 2002). Luego de tomar varios pueblos, Hidalgo dispuso marchar hacia Guanajuato, capital de la intendencia, la cual ocupó después de una cruenta batalla y la toma de la Alhóndiga de Granaditas. Posteriormente, el contingente insurgente tomó Valladolid.

La respuesta del virrey Venegas no se hizo esperar, el teniente coronel realista Torcuato Trujillo enfrentó a los rebeldes entre los valles de Toluca y México, “donde tuvo lugar la batalla del monte de las cruces, el 30 de octubre de 1810” (Kahle, 1997). En esta batalla, aunque salió triunfante el ejército insurgente, mostró las debilidades del mismo, la indisciplina, poca formación militar y la falta de orden de la muchedumbre, lo que redujo en número considerable las huestes de Hidalgo, aspecto que lo distanciaría de Allende.

El 7 de noviembre de 1810, Hidalgo se encontró con Félix María Calleja en San Jerónimo Aculco, lugar donde sufrió una derrota imponente, al capturarle seiscientos oficiales, un cuantioso botín y bastantes provisiones de guerra (De la Torre, 1995).  

El 17 de enero de 1811, al oriente de la ciudad de Guadalajara, aconteció la batalla que dio la victoria final a los realistas. Este suceso culminó con la deposición de Hidalgo como generalísimo, puesto que ocuparía Allende, y con la dispersión casi total de las falanges insurgentes.

Finalmente, el 21 de marzo de 1811 se logró la captura de los jefes insurgentes y se ordenó su traslado a Chihuahua, donde fueron condenados a muerte, siendo fusilados entre mayo y junio de 1811. Sólo el fusilamiento de Hidalgo se pospuso hasta finales de julio por su condición de clérigo.

3.- Segunda etapa emancipadora: Morelos

Esta segunda etapa fue de gran importancia para la causa insurgente; una vez abierto el camino por Hidalgo y Allende, tanto los miembros de la junta de Zitácuaro como José María Morelos y Pavón lograron esbozar un esquema de nación amparado por una constitución, además de contar con contingentes militares mejor armados y organizados que las huestes de los iniciadores.

En este período de continuidad, Morelos demostró ser un excelente estratega militar; los triunfos de sus campañas no fueron obra de la buena suerte, sino de un plan militar bien estructurado que denotó el talento militar del caudillo. Incluso, Morelos nos hizo ver que, en comparación con otros guerrilleros, entendía perfectamente las necesidades del país, acto que demostró al redactar su discurso titulado Los Sentimientos de la Nación. En este discurso, Morelos propuso una nación independiente, libre de influencias europeas, esto es, una total independencia del país. Apostó, además, por la religión católica, apostólica y romana como única y absoluta; y estableció la división del poder en tres órganos independientes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Asimismo, se instauró que los empleos públicos sólo serían ejercidos por nacionales y que sólo se aceptarían a artesanos extranjeros con la condición de que enseñaran su oficio. En esta disertación se suprimió —al igual que en tiempos de Hidalgo— la esclavitud y la distinción de castas, las alcabalas, el tormento, los estancos y el tributo. Sólo quedaría un impuesto del 10% sobre los productos importados.

Morelos sabía también de la importancia de contar con contingentes armados que ayudaran a mantener el control en la nación, por lo que propuso que en todos los pueblos se alistaran en el ejército la mitad de los hombres útiles, mientras que los restantes tendrían que instruirse en el manejo de las armas a fin de resguardar la seguridad de sus pueblos. 

En septiembre de 1813, se reunió un congreso en Chilpancingo con el objeto de crear un gobierno provisional mexicano y una constitución.

Morelos fue traicionado y apresado el 5 de noviembre en Tezmalaca (Estado de México), posteriormente fue sometido a juicio civil y eclesiástico para finalmente ser fusilado el 22 de diciembre de 1815, en San Cristóbal Ecatepec, Estado de México. Este hecho significó el fin de la segunda etapa y el debilitamiento del movimiento insurgente.

4.- La resistencia: Mina (tercera etapa)

Nacido en Navarra (España), Francisco Javier Mina desembarcó en tierras novohispanas en abril de 1817, acompañado de Fray Servando Teresa de Mier. El objetivo de Mina era unirse a los caudillos insurgentes para lograr la independencia de la Nueva España.

Su primera acción militar repercutió con la toma de Soto la Marina, Tamaulipas. En donde dejó una pequeña guarnición, incluido Fray Servando Teresa de Mier, para iniciar su aventura hacia el interior; posteriormente, se encontró con Pedro Moreno y entró al fuerte del sombrero, en junio de 1817.

Lo más relevante de Mina fue la victoria contra el jefe realista Ordóñez, cerca de la hacienda de San Juan de los Llanos. En octubre de 1817, fracasa al intentar tomar Guanajuato. A raíz de la derrota, decide retirarse al rancho “El venadito”, en donde es sorprendido por fuerzas realistas. Moreno murió en la pelea, mientras que Mina fue aprehendido para ser fusilado el 11 de noviembre de 1817.

5.- Tercera etapa: Consumación

En noviembre de 1820, los círculos conservadores que se reunían en la profesa lograron que el virrey Apodaca ascendiera al coronel Agustín de Iturbide a brigadier y le transfirió el mando sobre el ejército del sur, con lo cual debería limpiar el país de los insurgentes restantes que todavía luchaban en Guerrero (Kahle, 1997). Iturbide estuvo al mando de un ejército fuerte y numeroso que podía llevar a cabo los planes fijados por los círculos conservadores, quienes veían un severo atentado a sus intereses en el  juramento que había hecho Fernando VII hacia los estatutos liberales de las cortes de Cádiz.

En enero de 1821, Iturbide se encontró con  Vicente Guerrero en Acatempan (Kahle, 1997), donde le comentó sus planes de insurrección basados en tres puntos principales: la independencia de la Nueva España, la institución de la religión católica y la igualdad y unidad de todos los habitantes de México. Para la defensa de estos postulados, surgió un nuevo ejército que se denominaría Ejército Protector de las Tres Garantías —ejército trigarante—; esto quedaría asentado el 24 de febrero de 1821 cuando se proclamó el Plan de Iguala.

Después de dar a conocer su rebelión, Iturbide invitó a los demás jefes realistas a unirse al movimiento y, aunque al principio algunos de ellos se mostraban renuentes al suceso, poco a poco fueron pasando a las filas del ejército trigarante, entre ellos, importantes jefes de tropas virreinales como José Antonio Echávarri y Pedro Celestino Negrete. 

A finales de julio de 1821, llegó a México el nuevo virrey Juan de O’ Donojú, inmediatamente Iturbide se entrevistó con él y lo puso al tanto de la situación, por lo que O’ Donojú tuvo que reconocer —sin la autorización del rey de España— la independencia de la Nueva España con la firma del Tratado de Córdoba en agosto de ese mismo año. 

Asimismo O’ Donojú, se entrevistó con el mariscal Francisco Novella, quien había asumido el cargo dejado por Apodaca, para pedirle que pusiera fin a la resistencia. Finalmente, este aceptó y el 27 de septiembre de 1821 el Ejército Trigarante, encabezado por Iturbide, entró a la Ciudad de México. Con este hecho se dio fin a once años de lucha e inestabilidad en el territorio de lo que ahora es México.

Primer Imperio Mexicano

1.- Jura de la independencia y la junta provisional gubernativa

El 28 de septiembre, un día después de la llegada de Iturbide a México, se estableció la junta provisional gubernativa que habría de ser el órgano gubernamental, en lo que llegaba a ocupar el trono el rey Fernando VII o cualquier otro miembro de su linaje. 

Esta junta eligió a cinco personas para componer la regencia de la misma: Agustín de Iturbide, jefe del Ejército Trigarante, como presidente de la junta; Juan de O’Donojú, teniente general de los ejércitos nacionales y gran cruz de las órdenes de Carlos III y San Hermenegildo; Manuel de la Bárcena, arcediano de la Santa Iglesia catedral de Valladolid y gobernador de aquel obispado; José Isidro Yánez, oidor de esta audiencia nacional; y el Dr. Manuel Velázquez de León, intendente honorario de provincia, tesorero de bulas y electo consejero de Estado en la península (AHML, 1821). Estos cinco individuos llevarían las riendas gubernamentales de la nueva nación independiente. Iturbide recibió de esta junta el grado de Generalísimo de las Armas del Imperio de Mar y Tierra, colocándolo a la cabeza en todos los aspectos del recién nacido Imperio mexicano.

Tras una revisión hecha por Iturbide sobre el territorio mexicano y aprobada por la junta, se procedió a organizar las divisiones territoriales en cinco capitanías generales. Para las provincias internas de oriente y occidente, se nombró a Bustamante; Negrete quedó al mando de la capitanía de Nueva Galicia, que comprendía también Zacatecas y San Luis Potosí; la de México con extensión a Querétaro, Valladolid y Guanajuato se dio a las órdenes de Manuel de la Sota Riva; la de Veracruz, Puebla, Oaxaca y Tabasco, al brigadier Luaces; y la del sur que comprendía los distritos de Tlapa, Chilapa, Tixtla, Ajuchitlán, Ometepec, Tecpan, Jamiltepec y Teposcoluca se otorgó a Guerrero (Quintanilla, 1989).

2.- Iturbide emperador

El lazo estrecho de la relación ejército-Iturbide repercutió en un hecho que trasciende en la historia del país. La noche del 18 de mayo de 1822, una manifestación militar masiva, liderada por el antiguo regimiento de Celaya, conocido en ese entonces como el regimiento número uno (el cual estaba a las órdenes directas de Iturbide), marchó por las calles de la capital hasta la casa de Iturbide para pedirle que asumiera el título de emperador del Imperio mexicano (E. Anna, 1991). Nada explica mejor la cercanía entre Iturbide y el ejército que este acontecimiento. Ante este acto Iturbide mostró un “gran asombro”, pues no esperaba esta acción, aunque después avaló el comportamiento de sus soldados.

A los pocos días de la manifestación militar, el Congreso en una sesión extraordinaria reconoció y nombró a Iturbide emperador del Imperio mexicano. La coronación de Iturbide tuvo lugar en la catedral de México el 21 de julio de 1822 y, en lo venidero, al Ejército Trigarante se le llamaría Ejército Imperial.

Lastimosamente, el nuevo título no ayudó en nada a Iturbide con respecto a las relaciones con el Congreso —con el cual ya había tenido desencuentros por los privilegios hacia el ejército—, ya que las tensiones no cesaron (Kahle, 1997). Aunado a ello, las ideas republicanas difundidas principalmente por las logias yorkinas y escocesas estaban introduciéndose en los altos mandos del ejército imperial; los primeros partidarios de estas ideas fueron, por supuesto, los antiguos rebeldes: Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Guerrero y, poco a poco Negrete, Echávarri, Vivanco, Cortazar y Lobato. Estos altos oficiales fueron volviéndose gradualmente contra Iturbide (E. Anna, 1991).

Esta situación se agudizó cuando el emperador dio la orden al brigadier Luis de Cortázar de disolver el Congreso el 31 de octubre de 1822, poniendo en su lugar la Junta Nacional Constituyente. Esta acción la tomó el coronel Santa Anna como justificación para su sublevación armada. Santa Anna atribuyó su levantamiento a la disolución del Congreso y pidió mediante su llamado Plan Veracruz la restitución del mismo. Sin embargo, el plan de Santa Anna era ambiguo, es decir, no mostraba claridad en las proclamas que justificaban sus acciones. 

Junto al levantamiento de Santa Anna, surgió otro levantamiento importante: el de los generales Vicente Guerrero y Nicolás Bravo. El 5 de enero de 1823, se habían pronunciado al igual que Santa Anna, bajo la premisa ya mencionada de la creación de un nuevo congreso; pedían además la instauración de una república, sin embargo, la reacción del Ejército Imperial fue exitosa venciendo a los sublevados. Al reducir a cenizas el movimiento rebelde de Guerrero y Bravo, Iturbide comisionó a Echávarri para que retomara, de una vez por todas, el control de Veracruz. Pero este, en lugar de combatir a los insurrectos, dialogó con ellos y juntos redactaron un nuevo plan insurrecto denominado Plan Casa Mata. Este escenario llevó a Iturbide a la decisión de abdicar al trono el 19 de marzo de 1823.

Conclusión

Como podemos apreciar, la independencia de la Nueva España o de la América española puso fin a tres siglos de dominación y dependencia española; fue un movimiento que en cada una de sus etapas tuvo diferentes objetivos. La primera etapa fue comandada por criollos liberales, cuyo principal objetivo era cambiar al gobierno virreinal y poder tener la oportunidad de gobernarse a sí mismos.

La segunda etapa fue retomada por mestizos, cuyo objetivo era emancipar totalmente a la América española de la Corona, por ello crearon un Congreso Constituyente y elaboraron la Constitución de Apatzingán. Esto provocó fuertes enfrentamientos entre Morelos y López Rayón, pues el primero quería la emancipación total, mientras que el segundo, asumiéndose como heredero del liderazgo de Hidalgo, creía que era necesario seguir guardando lealtad a Fernando VII. Finalmente, la independencia fue consumada por criollos conservadores, quienes al sentirse amenazados por las tendencias liberales de las cortes de Cádiz, decidieron emancipar a la Nueva España.

Por su parte, el Imperio mexicano se instauró de acuerdo a lo pactado en el Plan de Iguala, sin embargo, quizá no era la forma de gobierno que necesitaba la nueva nación; posiblemente la propuesta de esa forma de gobierno obedeció a los intereses de los grupos conservadores novohispanos (tanto criollos como españoles), pero que muy poco ayudaba a los intereses generales o al menos a la facción que conformaban los ex insurgentes, quienes apostaban hacia un modelo republicano.

La experiencia del Imperio trajo como consecuencia que tanto los antiguos realistas como los antiguos insurgentes se unieran en una sola idea: no más monarquía. Ya veremos en las subsecuentes clases digitales que está unión de idea es efímera, pues pronto están por aparecer las verdaderas caras de los actores políticos mexicanos en cuanto a sus posturas e ideologías.

Espero que hayas disfrutado los relatos escritos en esta clase digital y que tu experiencia de aprendizaje haya sido enriquecedora. Hasta la próxima.

Referencias