Acotaciones en torno a la alfabetización mediática en México

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Acotaciones en torno a la alfabetización mediática en México

Introducción

Desde una perspectiva axiomática, el concepto de alfabetización se refiere a la capacidad que las personas tienen para leer y escribir. En un sentido más amplio, estar alfabetizado implica también poseer las competencias necesarias para interpretar y producir textos dentro de un contexto específico. Apenas hace un par de décadas, el concepto de alfabetización se enriqueció con aquello que teóricos como Daniel Cassany denominaron literacidad crítica, donde el proceso de lectoescritura iba más allá de las habilidades técnicas y se convertía en un proceso de reflexión acerca del discurso que se recibía y se generaba. En nuestros días, la cuestión se ha vuelto más compleja: la llegada de las tecnologías ha provocado que, a la serie de habilidades ya descritas, se sume una gama distinta de capacidades que permita distinguir e interpretar el significado de un mensaje en distintos formatos. 

Los textos se han transformado en lenguaje simbólico, en productos mediados o publicados por las redes de comunicaciones electrónicas al grado que hoy estamos frente a una disciplina “que pone en primer plano la especificidad tecnológica, cultural e histórica de los medios particulares, tal y como se utilizan en épocas y lugares específicos” (Livingstone, 2004, p.3). Nos referimos a la alfabetización mediática, un área de investigación definida por la producción de contenido en un entorno digitalizado. La alfabetización mediática surge a raíz del ritmo vertiginoso con el que la información se produce hoy en día: a partir del quiebre de la experiencia comunitaria de los medios tradicionales, se ha creado un escenario fértil para la manipulación de datos y la desinformación. La democratización en torno al acceso a la información se había planteado como una solución que atendía a distintas cuestiones; no obstante, la falta de alfabetización respecto a los medios ha provocado una crisis en la difusión y deslegitimación de datos. En México, existe un interés por contrarrestar las prácticas de desacreditación de información (iniciativas como El sabueso o Verificado MX son prueba de ello); educadores, legisladores, tecnólogos y demás profesionistas comienzan a trabajar en planes novedosos para extender de manera paulatina las competencias que hoy implica la alfabetización mediática. Poco a poco se van definiendo rutas para incorporar las habilidades que proporciona esta clase de alfabetización (denominada en ocasiones informacional o digital) en los programas educativos; sin embargo, es necesario definir de manera amplia a qué nos referimos cuando hablamos de alfabetización mediática. Para ello, presentamos el siguiente esquema que reúne los conceptos más reconocidos por los especialistas en el tema:

Alfabetización mediática

Hobbs & Jensen, 2009Conjunto de habilidades que promueven el compromiso con los mensajes producidos por los medios de comunicación. En su forma más básica, la alfabetización mediática es la “investigación activa y el pensamiento crítico sobre los mensajes que recibimos y creamos”.
Asociación Nacional de Alfabetización en Medios de EE. UU.Capacidad de acceder, analizar, evaluar, crear y actuar utilizando todas las formas de comunicación; se centra en las responsabilidades interpretativas del individuo.
Hobbs, 2013Competencias para pensar críticamente y que se involucren de manera significativa, idealmente contribuyendo positivamente a sus comunidades.
Renee Hobbs, 2017Práctica fluida que es tanto individual como comunitaria y no simplemente como vacuna contra los mensajes negativos, sino como empoderamiento para interactuar con los medios como ciudadanos.
Forssell, 2016La alfabetización mediática tiene que ver, en su sentido más amplio, con la formación cívica, el pensamiento crítico y creativo, y la participación democrática.
Paul Mihailidis 2014Experiencia comunitaria.
Mihailidis & Thevenin, 2013Competencia necesaria para la ciudadanía comprometida.

La alfabetización mediática amplía los límites de las habilidades de lectoescritura que tradicionalmente se enseñan en los planteles escolares; si pensamos en contextos donde un niño lee un libro, pero también ve la televisión o se entretiene con videojuegos y navega en la red, encontramos que debe poseer capacidades para interpretar un texto, pero también su mediación tecnológica. Por ello, es indispensable estudiar la tecnología que media la comunicación, pero sin que esto signifique descuidar la textualidad, la contingencia histórica y cultural y los procesos de conocimiento social desde los que se interpreta la información. 

Más allá del tema de los formatos en que se presenta la información, la alfabetización mediática ha adquirido un enfoque social que busca implementar políticas y programas educativos dirigidos a la interpretación del contenido en distintos formatos, pero también al desarrollo de una mirada crítica sobre la información que se genera, la forma en que puede usarse para generar cambios sociales y los modos con los que puede producirse información desde una perspectiva crítica y creativa. 

A nivel global, se busca que la alfabetización mediática genere espacios democráticos abiertos, debates sociales plurales y armas eficaces contra el abuso del poder. Las nuevas audiencias de ciudadanos se asumen interactivas y demandantes ante los suministros de información que se generan de manera cotidiana, por lo que es necesario llevar la alfabetización mediática a las esferas públicas para propiciar una sociedad más crítica y participativa de los fenómenos que la componen. Por supuesto, en México existen iniciativas que datan de décadas atrás. Respecto al tema, será necesario evaluar cuáles han representado un progreso importante y qué otras no han logrado inmiscuirse en las distintas directrices que el término alfabetización mediática propone y problematiza.

Las políticas gubernamentales y la alfabetización mediática

Una vez que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) aumentaron su popularidad y se incorporaron a las prácticas educativas, en México comenzaron a tomarse acciones que pretendían incluir las mencionadas tecnologías en los programas escolares. A partir de 1995, se implementaron políticas y programas que buscaban modificar las formas en que la educación se ofrecía a lo largo del país. Los programas generados son los siguientes:

Acciones gubernamentales rumbo a la inclusión de la tecnología en la educación

Programa de Desarrollo Educativo (PDE) (1995-2000)Aunque se trató de una iniciativa que buscaba comenzar a involucrar tecnología en la educación, una vez puesta en marcha, se centró en alfabetizar a comunidades remotas (mayormente rurales) mediante la educación a distancia.
Enciclomedia y Habilidades Digitales para Todos (2004-2012)El programa se basó en la colocación de pantallas digitales e interactivas que sustituyeron los pizarrones tradicionales de algunas escuelas. El programa fracasó, pues no hubo un plan para introducir a alumnos y profesores a la cultura digital.
Programa de Inclusión y Alfabetización Digital (2013-2016)Consistió en la entrega de dispositivos digitales a 6 millones de estudiantes. La falta de conectividad en los planteles y la ausencia de capacitación a maestros y alumnos para el uso de los dispositivos terminaron por cancelar el programa.
Proyecto México Conectado
 (2012- 2018)
Buscaba concretar acciones para garantizar el acceso a internet en todos los espacios públicos. En algunas zonas se logró establecer conectividad, no obstante, el proyecto no contaba con líneas que propiciaran el uso eficiente de la tecnología.
@prende 2.0
 (2017)
Se trató de un programa que buscaba dotar a los estudiantes de habilidades técnicas respecto a las tecnologías, al tiempo que buscaba brindar acceso a internet a las escuelas de nivel básico.

Aunque en un principio los programas gubernamentales se enfocaron en dotar a la población de recursos tecnológicos para ser usados en los planteles, hacia el 2004 se empezó a hablar de la alfabetización digital como uno de los objetivos clave. Según reportes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) (2016), del año 2008 al 2016, México invirtió 36 mil millones de pesos en programas de educación digital que desafortunadamente fracasaron. Buena parte de la falta de éxito en estos programas se debió a que la mayoría de estos programas no se ocupaba propiamente de generar alfabetización mediática (en los términos discutidos anteriormente) en sus usuarios, sino que únicamente proporcionaba equipo o conectividad sin capacitación respecto a las buenas prácticas en el uso y aprovechamiento tanto de los dispositivos como de la información. Sumado a esto, cada uno de los programas que aparecían era cancelado con las nuevas administraciones, de modo que no existía un seguimiento que puntualizara las áreas de oportunidad de las acciones emprendidas. Así, la serie de programas mencionados no solo carecían de una acepción de alfabetización mediática que funcionara como eje rector, sino que que, pese a los esfuerzos realizados, tampoco lograban el objetivo de proporcionar acceso a las tecnologías digitales en las escuelas públicas del país. El caso fue el mismo en temas de formación docente y recursos curriculares.

Además de los programas descritos, en México se hicieron modificaciones a normatividades que inciden de manera concreta en el uso de la información, tal es el caso de la reforma a la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión (2014).

Fue hasta el año 2015 cuando el Observatorio Latinoamericano y del Caribe de Alfabetización Mediática e Informacional (OLCAMI) otorgó a la Universidad de Guadalajara (UdeG) la Cátedra UNESCO-UNAOC-UNITWIN de Alfabetización Mediática Informacional y Diálogo Intercultural (MILID), programa en el que finalmente la formación de audiencias críticas y capaces de manipular las tecnologías digitales se hacía presente. A la par, surgieron otros programas preocupados por indagar en la tecnología educativa, generados mayormente por instituciones del ámbito privado. Finalmente, a inicios del 2020, el Senado de la República dio a conocer la Agenda Digital Educativa, el instrumento central para integrar y planificar políticas públicas rumbo a la transformación digital de la educación. 

Hoy, aunque aún son escasos los programas que buscan incorporar la alfabetización mediática, se reconoce la necesidad de crear proyectos emergentes que brinden experiencias educativas para elaborar y difundir contenido, pero también que provean las capacidades para detectar información que falta, respetar los derechos de autor, distinguir el plagio e incluso prevenir el acoso cibernético. Finalmente, la alfabetización mediática apunta hacia los ambientes virtuales de aprendizaje, cuya característica medular es la potencia de la curiosidad intelectual que invita a los estudiantes a cuestionar sobre lo que experimentan, escuchan, manipulan. Esta curiosidad propicia que los estudiantes del nuevo milenio (cuyas características hemos señalado en sesiones anteriores) conozcan todas las aristas de los problemas a los que se enfrentan y diseñen estrategias para resolverlos en comunidad, a partir del diálogo y la confrontación de ideas, desde un contexto crítico e informado. 

El futuro de la alfabetización mediática

A partir de la publicación de la Agenda Digital Educativa (2020), se espera que las instituciones de nivel básico, superior y medio superior integren acciones efectivas para incorporar armónicamente la alfabetización mediática en sus programas curriculares. Es un hecho que la sensibilización de la sociedad sobre los mensajes mediáticos, la forma en que se generan y su recepción crítica traerá numerosos beneficios. Entre las recomendaciones generales que se han propuesto para desarrollar en el futuro de esta novedosa disciplina se encuentran:

  1. Apuntalar hacia una comprensión coherente del entorno de los medios.
  2. Mejorar la colaboración interdisciplinaria.
  3. Aprovechar la actual crisis mediática para consolidar grupos interesados en el desarrollo de investigación a propósito de la alfabetización informacional.
  4. Priorizar la creación de un programa nacional de alfabetización mediática.
  5. Desarrollar planes de estudio para abordar la interpretación rumbo a la acción, más allá de sus implicaciones filosóficas.

Por otra parte, existen también otras áreas y aplicaciones de la alfabetización mediática que se han obviado, un ejemplo de ellas es la orientación para el uso de medios de comunicación infantil, sobre todo en temas de protección de mensajes dañinos. En torno a la población adolescente, se busca dotar a los jóvenes con herramientas para discernir el uso de la información con contenido sexual, violento o peligroso. La crianza de las infancias y adolescencias en un futuro digital representa un reto que con las herramientas necesarias no debería implicar riesgos. Sobre el acceso a los dispositivos, conectividad y alfabetización, es necesario continuar con la discusión a propósito de la equidad en el acceso, la privacidad y la transparencia en los servicios. A lo anterior, sumamos que la responsabilidad individual es uno de los ejes que vertebra en la alfabetización mediática: cada uno de nosotros es responsable de evaluar la confiabilidad de la información que obtiene y la que produce, apoyándose de la amplia red que surge entre usuarios de una comunidad virtual y del conocimiento, a través de una o varias plataformas de manera simultánea.

Hoy, los estudios que en el contexto anglosajón iniciaron como Media Literacy, orientados a la capacidad crítica en el uso de información generada por los medios masivos de comunicación, se han incorporado a la New Media Literacy, donde se acrecienta el interés en: la Web Social, la participación colaborativa, el comportamiento responsable y ético del entorno digital, consumir y generar información y, finalmente, construir una identidad digital propia (González-Villavicencia, 2012). Esta serie de pautas deberán ser incorporadas en las investigaciones a propósito de la alfabetización mediática en el territorio nacional, adecuando las cualidades propias del contexto y los objetivos de un plan educativo novedoso.