Fisuras entre la movilización social y el internet colaborativo frente a la inteligencia artificial

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Fisuras entre la movilización social y el internet colaborativo frente a la inteligencia artificial

Introducción

A raíz de las dinámicas de colaboración en la sociedad contemporánea, se han generado manifestaciones interactivas como la movilización social, entendida como la participación activa de un colectivo hacia la obtención de un fin común. Las movilizaciones sociales se concentran en la reunión de esfuerzos y trabajo en equipo para resolver eventualidades de carácter urgente, cuyas características pongan en riesgo la estabilidad en un estado de cosas. De este modo, una de las ideas que sostienen esta dinámica colaborativa es que, a pesar de convivir en una sociedad constituida por millones de habitantes, es posible administrar de manera eficiente una red de contactos para resolver cuestiones o encontrar una persona o elemento cuya búsqueda en el formato tradicional se antoja imposible. 

Detrás de las convicciones que reconocen la movilización social como una estrategia eficiente para encontrar soluciones, se encuentra la popular teoría del psicólogo neoyorkino Stanley Milgram sobre los seis grados de separación, cuyo fundamento principal sostiene que todos nosotros apenas estamos separados por seis contactos de cualquier otro ser humano en la Tierra. De ser así, el establecimiento de una gestión inteligente podría alcanzar numerosos objetivos a través de la red de conexiones humanas que cubre el planeta. 

No obstante, a pesar de las posibilidades para crear redes humanas mediante la tecnología, se ha demostrado que esto no significa que se garantice una movilización social efectiva: cada uno de nosotros vivimos dentro de una burbuja social digital cerrada, nuestras conexiones se limitan a círculos conocidos que en lo general suelen ser pequeños. Factores como la introversión, la cultura, la sensación de peligro o, incluso, el idioma nos limitan a crear redes humanas con personas desconocidas por entero, pese a estar a un clic de distancia. Hace algunos años, numerosos experimentos fueron realizados con el propósito de evidenciar la capacidad de las redes humanas formadas desde el espacio digital para resolver situaciones emergentes. Una de las principales razones por las que la movilización social no tenía los resultados esperados era la falta de motivación para que la sociedad colaborara. Manuel Cebrián, especialista en investigación a propósito de la movilización social, resolvió esta cuestión a través de una serie de incentivos económicos que se entregaron a los participantes de sus consignas; no obstante, quedó claro que si llevamos esta dinámica al plano de la realidad cotidiana, la dificultad para alcanzar los objetivos escalaría frente a una población poco participativa. 

La colaboración social frente a la inteligencia artificial 

Si bien, durante las primeras sesiones ahondamos en la contribución que las redes entre los usuarios de las web podrían generar desde su impacto traducido en nodos informativos, actualmente la inteligencia artificial representa un desafío ante esta clase de colaboración humana. Prueba de ello son los experimentos relatados en “El final de la era del internet colaborativo” de Manuel Cebrián (2020), en cuyas últimas simulaciones los patrones algorítmicos desplazaron la colaboración masiva. Aunque la movilización social por la que apuesta Cebrián tiene un trasfondo dirigido al principio abierto y democrático de la comunicación digitalizada, han surgido casos en los que estos rasgos son inoperantes. Pese a ello, el investigador español sostiene la dificultad de un proceso de sustitución de la movilización social (denominada también crowdsourcing) por los sistemas de inteligencia artificial; esta creencia considera los riesgos que representa el uso del diseño de algoritmos por administraciones totalitarias en términos de control y predicción. Ante estos escenarios, la única vía de escape sería precisamente la movilización social y la creatividad humana, pues ambas son susceptibles de escapar a la predicción de la informática. La plasticidad cognitiva es un área de investigación cuya amplitud no permite encasillarla en patrones, así como los correlatos neuronales del comportamiento humano. 

Por supuesto, los avances relacionados con la inteligencia artificial no solo representan riesgos, también implican el desarrollo de estrategias para hacer frente a los casos de incertidumbre: prueba de ello es el escenario de contingencia que involucró de manera global a la sociedad hacia inicios del 2020. La ciencia es capaz de brindarnos herramientas para pensar, gestionar, aprender o administrar lo desconocido e inesperado, de la mano con las redes humanas inmersas en el espacio digital. 

Las redes sociales y el capitalismo de la vigilancia

Shoshana Zuboff en La era del capitalismo de la vigilancia, desarrolla una serie de argumentaciones a propósito de la desinformación y creciente polarización sobre los datos en la web; dicho de otro modo, dinámicas que amenazan la convivencia digital. En ocasiones, esta clase de prácticas devienen en lo que se ha denominado como cultura de la cancelación, entre otros ataques digitales que pueden escalar hasta interferir en los procesos democráticos o la libre circulación de la información. 

La desinformación generada de forma indiscriminada entorpece los objetivos que la movilización social persigue. Situaciones críticas que podrían resolverse mediante el crowdsourcing, como el desmantelamiento de ataques o la predicción de desastres naturales, se obstaculiza a causa de la manipulación de la información, pero también de los ciberataques generados por la polarización de datos o las intervenciones de otros actores políticos dentro de un contexto determinado. 

Al margen de los escenarios antes descritos, es necesario reconocer las distintas formas en que los servicios de internet han enriquecido nuestra cotidianidad, hecho por el cual, más allá de poner el foco en los riesgos latentes que su uso conlleva, es indispensable distinguir sus grados de complejidad para manipularlo de manera responsable. No podemos obviar el poder de las redes sociales para crear conexiones que tienen el potencial para solucionar situaciones problemáticas a partir de la colaboración y la confianza entre los usuarios. La preparación de todo aquel que participa de un espacio en la web será fundamental para hacer frente a los retos venideros.

Autora: Liliana Magdaleno Horta